—Pues otra tienda
de las clásicas del
barrio que cierra,
Fran —comentó
Carolina a nuestro
protagonista
viendo el cartel que colgaba en las puerta de aquel establecimiento de
accesorios para coches. —Por jubilación, dicen. Llevaban desde que éramos críos. No me extrañaría ni que el
que atendiera aquí entonces fuera el padre del que se jubila ahora. —Cada vez quedan menos tiendas de las que conocíamos. —Y bueno, si las coge un nuevo pequeño tendedero, me parece bien. Pero es que se las
quedan casi siempre grandes franquicias.Recordaba nuestro protagonista que la panadería donde había comprado muchos años
ahora era una tienda de Loreal, una tienda de ropa de caballeros que había dos calles
más arriba de nuestro protagionista se había convertido en un Starbucks, etc. Todo el barrio
perdiendo su identidad, su humanidad y además encareciendo casi todos los productos.
—Y una vez que llegan no hay manera de echarlos—dijo Fran. —Bueno, no siempre mira esto, por ejemplo. Aquí se van. Me alegro porque esta tienda
encima era fea y sórdida —le comentó Carolina.En efecto una tienda de Benetton que desde hacía algunos años ocupaba un gran local en el
centro del barrio anunciaba también su cierre. Eso regocijó a Fran.
—Seguro que luego pondrán un Zara o algo así, pero déjame ahora disfrutar de la caída
de estos usureros—habló Fran. —Sí, ellos también lloran en algún momento. Cuando es así hay que disfrutarlo—sentenció
Carolina. —Aunque igual simplemente es que trasladan el negocio los muy cerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario