-¿Dónde está mi mando? -dijo enfurecida Doña Marta Palacios-. Quiero ver el telediario.
-Mamá, usa el negro de momento, y luego lo arreglamos -dijo Juan.
La situación del mando a distancia en la familia Gordal Palacios era la siguiente: como
ese aparato tenía tendencia a desaparecer y les costaba encontrarlo, habían repuesto su falta
comprando otros con frecuencia. Al final tenían del orden de ocho, pero Doña Marta sólo
sabía usar uno de ellos. Ahora que Fran y Juan habían encontrado el original, ellos lo usaban
sin problema, no así Doña Marta, a la que además, ambos hermanos dejaban siempre ver la
tele cuando quería, pues eran muy pocas veces.
-¡A ver qué os costaba ponerlo en su sitio! Nos volvemos locos siempre buscándolo.
-Bueno, ya te hemos puesto el telediario, ¿no? Pues tranquilízate -dijo Fran.
-No, no me tranquilizo porque mira que lo tengo dicho y no hay manera. Me dan unas
ganas de daros de bofetadas...
-¡Coño! Te decimos que ya aparecerá.
-No seáis groseros. Cuando aparezca le voy a poner un letrero de que lo dejéis en su
sitio -sentenció Doña Marta. Después de esto se sentó en el sillón, y se cambió el canal de la
tele-. ¡Y ahora esto se cambia porque le da la gana!
-¡No, mamá! Eso quiere decir que aquí debajo está el mando! -Fran movió el cojín y lo extrajo.
-¡Pues a ver por qué tiene que estar ahí! A ver si lo dejáis en su sitio
-Déjalo, Fran -intervino Juan-, el ma nado le ha cabreado y solo podemos esperar a que se le pase.
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