Aquel día nuestro protagonista se decidió a tirar aquella zapatillas viejas que aún usaba pese a tener ya
compradas las nuevas. No las usaba mucho, se dijo, y aunque estuviesen muy castigadas aún podría
usarlas un tiempo antes de gastar las nuevas. Después de que el día anterior les descubriese un agujero en
la suela, ya su tiempo había terminado. Por suerte, pensó no tocaba ir de nuevo de compras pues tenía
unas nuevas muy aparentes. Pero al ponérselas... ¡Cómo era pisible! Estaban persdiendo la suela! Pero si
nunca habían sido usadas. Nuestro héroe se estremeció nte lo que se venía encima: los 30 euros de
desembolso, las tardes de mirar zapatillas... No, antes les pondría pegamento y las usaría todo el tiempo
que pudiese. Pero no hubo manera. La suela no se sujetaba bien por mucha cola que pusiese, y no podía
andar bien. Al final tuvo que comprar unas nuevas.
-A qué ritmo de zapatillas vas -le recriminó Doña Marta-. Ya podrías usar las que tienes en lugr de
comprar tantas.
-Quizás -respondió Fran-, o quizás usar las buenas antes de que se rompan.
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