Aquel día nuestro protagonista se levantó pronto. Había una serie de cosas que quería hacer, desde
inscribirse como demandante de empleo, a acudir a dos convocatorias abiertas de empresas que buscaban
gente, y comprar algunos enseres para María de Pilar, como él llamaba a su nueva y flamante bicicleta
que se proponía aprender a montar. En aquellos primeros días de marzo, en invierno aún pegaba, y nuestro
héroe salió bajo una mañana fría y lluviosa., y así siguió durante todas sus tareas, en el INEM, en los
procesos, en las compras. En una de las convocatorias a las que se apuntó acabó en la estación de
Chamartín. Ésta ofrecía una imagen muy invernal, pero bonita, la de las cuatro torres de Plaza de Castilla
envueltas en una espesa niebla que desde allí de cerca no dejaba casi ni verlas. Nuestro héroe sacó una
foto, y después contó en casa su mañana.
-Bueno -le dijo Juan, su hermano-, supongo que después de todo lo que has hecho te apetecerá dar una
vueltecita con Diez.
-Por supuesto, pero deja que saque mi chaqueta y mi bufanda.
-Estamos cerca de la primavera, Fran, ya hace bueno.
-¡Coño, si he visto la ciudad esta mañana! ¡Voy a por mis cosas!
Fran se empeñó, y se envolvió en su ropa de abrigo, temeroso de la lluvia. Pero cuando salió el sol
hacía que la bufanda fuese molesta.
-Te lo dije, Fran. Nunca me haces casi y así te va -le recriminó Juan
-Pues esta mañana estaba como vews en esta foto -dijo Fran y le eneñó la foto que había hecho en
Chamartín.
-¡Claro, por eso marzo es el mes más traicionero! Se alternan frío y calor, primavera y verano.
Fran lo pensó toda la tarde después de agobiarse, y cuando el sol declinó y volvió el fresco lo
agradeció más que nunca. Al menos aquel día le dejó una foto bonita.
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