-Bueno -dijo orgulloso nuestro protagonista mientras
observaba en la nevera las vituallas que había sacado del
carro-, tenemos todo lo que hacía falta.
-Y esa pescadilla por ese precio era una ganga que no
debíamos dejar pasar -respondió Juan-. No era necesaria
una lista, está todo.
Los dos hermanos recibieron de Doña Marta el encargo
de hacer la compra de aquel día. La casa estaba tan vacía
que nuestro hombre, después de sus clases de natación
ni siquiera había podido fregar por falta de productos.
Ahora tenían comida y cena, algunas latas y el friegasuelos, prioritario a juzgar por cómo estado el
suelo desde el día anterior. Creían haber cumplido del todo sus encargos. Pero cuando llegó la hora de
la comida empezaron a ocurrir cosas extrañas.
-Esta lechuga no sabe a nada. ¿Podemos aliñarla otra vez? -dijo Fran
-Pues resulta que hemos olvidado el vinagre, no quedaba.
-Vaya, no hemos hecho tan buena compra. Dale algo de comer a Diez que está pidiendo.
Juan tardó diez minutos y el perro se impacientaba.
-¿Pero qué pasa? -preguntó Fran.
-Pues que no encuentro nada que darle.
-¡Me cago en la leche! ¡Pues van dos! Vaya mierda de compra al final.
-Pues tú también venías ¿eh?
-No te hecho la culpa. Sólo digo que nos han faltado cosas.
-En fin, acabemos de comer y ya veremos.
Durante la comida llegó Doña Marta Palacios, y los dos hermanos la pusieron al día.
-Bueno, yo también suelo tener olvidos cuando voy de compras. Habéis traído comida y limpiado, es lo fundamental. Ahora voy yo a fregar. ¿Dónde habéis puesto el lavavajillas?
Fran recibió otra bofetada en su orgullo viendo que también había olvidado aquello.
-No hemos traído, mamá.
-La próxima vez os voy a dejar no una lista, sino cuatro.
-Y yo me callaré sobre que no es necesaria -sentenció Juan.

No hay comentarios:
Publicar un comentario