Volviendo
de la piscina por la mañana, nuestro héroe no podía creerlo: allí
estaban otra vez un montón de obreros con sus taladradoras
levantando la calle. En esta ocasión eran de Gas Natural, pero
aunque no sabía exactamente cuando habían venido no podía hacer
más de tres meses que habían pasado el Ayuntamiento con el
alcantarillado, el Canal de Isabel II con el suministro de agua... No
pasaban más de quince días sin que viniese algún grupo de obras a
levantar la calle. Bueno, por lo menos hoy es uno de los días que me
levanto pronto, pensó. No me va a despertar el ruido de una
taladradora. Pero cuando nuestro protagonista pretendió poner al día
su trabajo y leerse manuales y escribir informes, tampoco podía
concentrarse. Bajemos a hacer la compra, dijo. Pero al intentarlo
resultaba que no podía pasar con con el carro por la zanja, y tuvo
que dar un rodeo muy molesto solo para traer el pan y unas pocas
vituallas para preparar la comida. Al volver vio a dos vecinas
hablando del asunto:
-Bueno,
dicen que en cinco días lo tendrán.
Y
en dos lo volverán a levantar, pensó nuestro héroe. La verdad es
que no sabía a quién podría dirigirle su queja, pues eran un
montón de compañías y organismos los responsables, pero desde
luego no era de recibo tener casi todo el tiempo un agujero en la
calle y un ruido molesto para vivir por las mañanas. Y parecía por
lo que había hablado que en otras calles madrileñas ocurría lo
mismo. Había que plantarse.
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