martes, 13 de octubre de 2015

La economía del trabajador.

-¿Pues qué hacemos ahora? -dijo Fran-. Ahí no está la tarjeta.
-Bueno, para una vez que tú tienes algo de pasta, no te vas a morir por usarla le respondió Juan.
-Pero tú sabes que odié ese trabajo, que las pasé putas para ganarlo. No quiero gastarlo en esto.
-Bueno, Fran, aquí el dinero que traigamos es de todos.
-Sí, sobre todo el que traemos mamá y yo.

Fran debió rendirse a la evidencia, el dinero no era solo para sus caprichitos. Precisamente ser capaz de ganarlo implicaba que uno ya no era un crío que pudiese gastarlo a su antojo. De modo que sacó 20 euros de su cuenta y trajo ingredientes para elaborar una pasta. A la carbonara estaba muy buena, y ambos hermanos lo disfrutaron. Pero no dejaron el tema de la economía familiar.

-Me ha parecido muy cruel que digas que el dinero que traéis mamá y tú. Tú sabes que me esfuerzo.
-Depende de a lo que llames esforzarse. Tú escribes lo que te mola y de vez en cuando te echan pasta. Yo estuve casi un mes yendo casi todos los días a una tarea que obraba para ganar una mierda, que no puedo ahora gastar a mi gusto. Hay muchas cosas que me compraría antes que los macarrones.
-Pues todo lo que yo ganara sería para mamá y para ti sin duda.

Más tarde llegó Doña Marta Palacios, y se disculpó por su fallo de la mañana. Había dicho que les dejaría la tarjeta bancaria y se la había llevado.

-Te devolveré lo tuyo, hijo.
-No, no pasa nada mamá- Ahora vamos a salir Juan y yo, y supongo que tomaremos un doble.
-Ya, para eso no te importa gastarte tu pasta ¿verdad?

Fran se dio cuenta de lo jodido que era cuando lo que es justo molesta a uno. Sí, su dinero debía servir para toda la casa, pero él lo quería para otros fines. La economía de los adultos era molesta y encima había que pasar para ganar cada euro lo indecible. Pero algún trabajo habría que le gustase hacer. Era cuestión de encontrarlo.

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