jueves, 22 de octubre de 2015

Tarjetas y más tarjetas.

-Aquí tiene -dijo Fran mostrando en la piscina su abono.
-Me has dado la tarjeta de los transportes -dijo el celador-, busca la de la piscina.

Fran se ruborizó levemente, porque no era la primera vez que le pasaba. Le recordaba al chiste recurrente de los tebeos de Superlópez que leía cuando era crío, que Juan López, la personalidad secreta del héroe siempre pedía en el bar donde desayunaba “un billete para el Masnou de ida y vuelta”, y luego se equivocaba y pedía en el metro “un café con leche y un croissant”. Tanto el camarero del bar como el taquillero del metro ya le conocían y se lo pinían bien de primeras. El caso es que una vez le dio la tarjeta de la piscina, ya no se lo pudo quitar de la cabeza en todo el día. Más tarde en el metro lo tenía muy presente en su cabeza pero la tarjeta magnética no le daba paso a el suburbano. Miró y...¡En efecto!, había sacado la tarjeta de la piscina. Y bueno, esta vez era con las dos que más usaba. Pero llevaba en su cartera tarjetas de snidad, de bibliotecas, del cajero... De hecho hacía poco el cajero le había rechazado también la tarjeta de la piscina. Y no había manera de aclararse con ello. Aún pensaba en esto nuestro héroe, cuando Doña marta Palacios le preguntó qué quería de cena:

- Ten la tarjeta -dijo sin pensar.
-¿Cómo dices hijo?

Fran rompió a reir. Por fin había hecho el chiste de Superlópez completo. Ahora sólo faltaba decirle a un revisor de los que a veces hay en el metro “dos huevos fritos con arroz”.

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