viernes, 29 de enero de 2016

Alargar el peor momento del día.

Aquel parecía el momento más duro para nuestro héroe de los que le eran cotidianos. Era solo un minuto, era necesario, era peor pensarlo que hacerlo... Pero diez minutos llevaba desde que había reunido la esponja, la toalla... Se había dispersado varias veces. Primero pensando qué se iba a poner, luego llendo al baño, luego afeitándose... Por lo menos, pensaba, había sido haciendo cosas productivas, no de esas que se distraía leyendo historietas, mirando en el ordenador … ¡Un momento!, pensó, aún no había leído la columna de Alfredo Relaño en el AS. De modo que se fue a su curto, buscó, leyó opinó, pensó, y de pronto cayó en la cuenta que seguía sin ducharse y enfriándose. Ya no podía esperar más, apretó los dientes, se dirigió a la ducha, pero una vez más encontró un fallo: no tenía botas para después de la ducha. Y mira que una cosa tan sencilla como coger las botas y preparárselas la alargó grandemente: colocó una estantería, limpió y entonces otros cinco minutos habían pasado. Pero al final, todo esto no era sino alargar el tormento y retrasar lo inevitable.Esta vez sí, se dirigió a la ducha, abrió, encaró el agua, se enjabonó frotó, y con un poco de tiritera, se secó y se vistió. Una vez listo para la calle se sentía mejor, lo había logrado, ahora el resto del día sería msfácil, aunque como siempre con l misma reflexión: Mañana el mismo fregado.

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