-Bueno,
yo creo que he elborado una cena de lo más suculento ¿no? -dijo
Juan Gordal orgulloso.
-Pero
ese jamón, Juan, lo has sacado de un trozo para cocer. ¿Estás
seguro de que mamá no iba a utilizarlo?
-Hombre,
las judías ya se han utilizado y si no lo echó allí...
-Bueno,
si tú lo dices me lo como.
Aquel
refrigerio a las dos de la madrugada fue muy bien cogido por el
estómago de los dos hermanos. Sin embargo, el día siguiente,
domingo, antes de que ambos reaccionasen la voz de Doña Marta
anunció un desastre:
-¡¿Quién
ha cogido el jamón de los callos?!
-¿Cómo?
-Teníaisallíjamónenlonchasparabocdillososhabéiscomidoeldeloscallosyahoraquélespongovosotros
creéisquehayderechoesparamataros...
-¡Joder,
mamá, lo siento! -Dijo Juan-. Yo creía que eran para la fabada de
antes de ayer y...
-Perosilafabadatuvojamóndedóndetesacastetalestupidezyteníaisparavosotrosestonohayderechono
sepuedecontarconnadaporquesoisunoshambrones...
-Mamá
-intervino Fran-, llegamos ayer tarde. Teníamos hambre y lo cogimos.
-Teníaishmbreytmbiénotrascosaspescadojmónperovaísyoscoméisesto...
Juan,
deseoso de redimirse de su error tuvo una idea y pasó por la
picaadora el jamón en lonchas
-Echa
esto en los callos.
-Loecharéporqueesloquehayperoyoteníamijamónyhabéisjodidoloscallosnosépoequenoos
estranguloahormismoyaversiestoremediaelplato...
Todavía
estuvo Doña Marta palacios media hora echando su bronca interminable
mientras los callos se cocían. Y al sacarlos, Doña Marta parecía
haber superado su mal humor con la solucción que había improvisado
Juan. Pero otro hecho vino a ensombrecer aún más el plato:
-¡Se
ha pegado! -dijo Fran-. Joder, con lo buenos que están los callos,
estos parecen malditos. El niño venía de nalgas desde el principio
en este parto.
-Partoslosmíosconvosotrosquehabéisdesgraciadoelplatoyencimaahoraloqueréisbuenoyoosmato
todavíatenéisredañosdequejarosmedanganasdpasarosacuhillo...
-Bueno,
mamá, no digas eso tampoco, vamos a remediarlo.
-Remediarloesqueosloscoméisahoramismoyaprendéisacomerloqueesparacadaamomentoyosdejáis
dehacerlosexquisitos...
Fran
hizo un esfuerzo y terminó su plato. Juan le dio parte del suyo a
Diez que sí se lo comió. Pero aquella tarde, el perro, al volver de
su paseo empezó a vomitar y se pudo muy alicaído. La familia tuvo
incluso la tentación de llamar al veterinario de urgencias.
-No,
hombre -dijo Fran-, está malo de la tripa pero nada más. Algo le ha
sentado mal.
Ese
comentario encendió las alarmas en la familia:
-A
ver si van a haber sido los callos, que los habéis tomado tú y mamá
-dijo Juan
-¡Coño!
-exclamó Fran-. Es verdad. A ver si mañana mamá y yo nos
enfermamos. Esos callos estaban malditos.
-Nimalditosninadavosotrososcomísteiseljamónmedanaganasdemataros...
-Mamá,
cálmate, y han pasado horas de eso y...
-Comossihubiesenpasadosigloshambronesosestrangulabaahoramismo...
Fran
optó por el movimiento más diplomático:
-Bueno,
mira, vámonos a dormir, y mañana será otro día, es muy tarde.
-Peroyoseguirémolestaporlodeljamónoshabíadejadoyoscoméisesteyoosmatabaymequedbanuevaes
quetengaustedhijosparaesto...
La
bronca de Doña Marta siguió hasta una media hora después de que
ella misma se acostase, la seguía echando desde la cama. Nuestro
héroe calló en un sueño profundísimo, y durante unas ocho horas
todo se calmó. Pero a la mañana siguiente tenía ardor de estómago
y vomitó varias veces. L primera nada más levantarse:
-Ya
no hy duda, esos callos estaban malditos -dijo pálido y
retorciéndose de dolor.
-MalditosyunalecheosestácastigandoDiosporcomeroseljamónyaqueyonolohiceavuestrosañoses
vergonzosonosécómo
me contengo...
-Mamá,
no me grites encima.
-Los
callos estaban maldito, y tu madre es inagotable, Fran -sentenció
Juan-. A la par que indestructible porque a ella no le ha afectado.
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