Como muchos productos de aquella
tienda, aquella lata necesitaba un vistazo antes de comprender cuál
era la naturaleza de su contenida. Era una tienda de productos de
alimentación pero exóticos, de todo el mundo: había desde simples
variedades de legumbres desconocidas en el país de nuestros
protagonistas, hasta pescados congelados de las latitudes más
insólitas. La lata que había cogido Juan era una simple conserva.
Fran leyó las letras en inglés y luego tradujo:
-Son flores de plátano en conserva y
vienen de Tailandia.
-¿Las flores? Qué curioso.
-Parecen alcachofas, tal como vine en
la foto.
-Píllalas, a ver qué tal saben.
Nuestro protagonista estaba siempre
abierto a probar nuevas comidas y las recogió. Al mediodía
siguiente las probó. Se confirmó todo sobre lo de la similitud con
las alcachofas: misma textura, mismo sabor... pero extrañamente a
nuestro protagonista le desagradaba aquel sabor mucho más que le de
unas alcachofas.
-Joder, yo para esto me quedo con lo
nuestro.
-Los tailandeses deben ponerlas en los
estofados y otros guisos -dijo Juan.
Nuestro héroe se quedó con el sabor
a alcachofa en la boca, pero aquel le era sumamente desagradable. Y
cuando por la noche, por acabar la lata, su hermano la puso en un
estofado, Fran no fue capaz de tomarlo.
-Sí, esto lo pondrán los tailandeses
porque no tienen alcachofas.
-Pues nosotros que la tenemos buenas
no vamos a coger de las malas -dijo nuestro protagonista.
-Bueno, son exactamente iguales.
-La verdad es que sí -Fran n sabía
por qué le desagradaban si el parecido era increíble en el gusto-,
pero son las suplentes.
-Bueno, el fútbol te afecta. Ahora
vas a crear el Alcachofas fútbol Club.
-Y tengo los titulares más claros que
el Cholo.
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