Aquel día nuestro héroe
se levantó decidido a hacer la limpieza a fondo que llevaba varios
días pensando. Al principio, como siempre en esos casos, estaba
resuelto y con ganas de realizar la tarea pensando en lo bien que se
sentiría en unos diez minutos con la tarea terminada. Pero una vez
se puso a ello y comenzaron a correr los minutos, y parecía no
avanzar comenzó a ponerse nervioso. Por ejemplo, al ordenar los
cajones descubría cómo se acumulaba en ellos el polvo, o cómo
debajo de la ropa que veía bien ordenada y doblada aparecía otra
con la que no contaba. Daba lo mismo, pensaba, antes o después había
que ponerse a la tarea, se decía a sí mismo, y mirando lo que ya
había ordenado se animaba. Por ejemplo los libros que empleaba en
sus estudios y trabajos que ahora estaban perfectamente ordenados en
las estanterías. Y así, pensando una y otra vez en los premios
morales que daba la limpieza, de pronto en un cajón... No sabía
cómo había aparecido ahí, pero había un antiguo libro de cuentos
de España, que parecía extraviado de la colección que en tiempos
fuera de Don Luis Gordal. Como medievalista que era, nuestro héroe
apreció inmediatamente el hallazgo y deseó ponerse a leerlo. Pero
aún había que acabar el trabajo de limpieza. Y pensar en lo que
luego le daría aquel libro le animó a acabar su tarea. Y así, en
un plazo más largo, pero también más llevadero de lo que pensó en
un principio, la limpieza estaba acabada. Y tenía una joya con la
que ni contaba en sus manos para leer.
-Pues al final -pensaba
para sí nuestro protagonista-, va a ser necesario hacer una limpieza
cada día para ver si encontramos tesoros de este calibre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario