-Hombre, Fran -dijo Juan Gordal-, ya
sabes que en el fútbol, como en todo, el dinero manda.
-Joder, pero para hacer chuminadas de
verano al gusto de los millonarios ya tienen el fútbol de clubes.
Y es que, si era lamentable que los
clubes que representaban, en efecto, el sentimiento deportivo y de
pertenencia de una ciudad, habiendo dejado episodios tan memorables
como el del Dinamo de Kiev durante la ocupación nazi se convirtieran
en juguetes de millonarios como Abramovich, que las selecciones, que
supuestamente son la facción futbolística de una nación o país se
vendan, era sencillamente repugnante. Nuestro héroe había acabado
por asumir la primera parte. A fin de cuentas, a su equipo, el
Atlético de Madrid, no le habían hecho mal las últimas operaciones
financieras de las que había sido objeto. Pero las selecciones
seguían llevando jugadores representativos del país y los símbolos
del Estado. Y estaban cayendo en el mismo juego. El problema había
empezado con las nacionalizaciones. Últimamente, los equipos
nacionales, sobre todo los europeos, se estaban llenando de jugadores
que, o bien no tenían el nivel de su selección de nacimiento si
venían de países como Brasil (país en desarrollo en lo social,
pero sin duda una potencia en lo futbolístico) o que creen que
jugarán más mundiales en selecciones más potentes (el colmo de
tamaño despropósito era que Jerome Boateng jugó con la selección
alemana contra su hermano Kevin-Prince, que seguía fiel a Ghana).
Ahora, los yankis querían apropiarse del gusto del resto del mundo
por un deporte que a ellos nunca les había gustado, y convertirlo en
uno de sus espectáculos vacuos y sin sentido. Una jugadora de su
selección femenina lo había dicho muy claro: "El fútbol en EEUU se está convirtiendo en un deporte de niños blancos ricos".
-Se suele decir que esto es "por
universalizar el fútbol". Una mierda. Esto es por el puto
dinero. Ya me dirás que van a aprender en Zimbabue por llevarse 28
goles en el mundial salvo que se lleven (seguramente los yanquis) al
crío bueno de allí por la pasta.
-Bueno, siempre ha habido gente como
Di Stefano, que jugó con tres selecciones o Kubala.
-Mira, esos dos casos me vienen muy
bien. Ambos comprados por un gobierno fascista para hacerse
propaganda. El primero para el club que siempre ha sido el
instrumento de propaganda de la oligarquía financiera, y el otro
para vender mierda antisoviética. Junto a eso había cosas como
Sócrates, que se erigió en figura contra la dictadura de Brasil, o
Maradona, que con su gol más famoso con la selección reivindicó el
orgullo argentino tras la guerra de las Malvinas.
-Algo así salía en el comic
Perramus, con un futbolista ficticio llamado Sábato.
-Sí, eso venía por lo de la
operación Cóndor, que cada vez parece más claro que amañó el Mundial de Argentina 78 para hacer propaganda de Videla.
-¿Pero tú no dices que del mismo
modo se sabe que Mussolini amañó el Mundial de Italia 34?
-Sí, y eso es todavía peor. Antes el
fútbol se usaba como propaganda nazi. Y esa práctica parece que se
extiende. Ahora por unos nazis más sutiles, los neoliberales.
-De hecho lo de Argentina tenía mucho que ver con ellos.
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