
Aquel día, nuestro héroe estaba como
única persona en casa en estado operativo, razón por la cual le
tocaba preparar la comida. Había observado lo qué había en la
casa, y además, Juan, que arrastraba un sorprendente resfriado en
aquella época del año le había indicado: lo suyo era preparar una
pasta, pero no con los ingrendientes habituales, sino con unas gambas
que había en el congelador y... Un momento. ¿Gambas? Eso le
recordaba a nuestro protagonista una receta que según había oído
era típica en el sur de Italia: espaguetis con gambas y sepia, y si
se quería redondear, con tinta de las mismas. Bueno, pensó nuestro
protagonista, podemos pasar de la tinta y... Llevaba unos dias que me
apetecia un plato con pulpo si lo encuentro congelado... No, eso
inmediatamente se fue de la cabeza de nuestro protagonista al darse
cuenta que para cocer bien el pulpo debía haberse descongelado desde
la noche anterior. Una lástima porque su idea inicial de cocerlo,
usar el agua de su cocción para la pasta, y ponerlo tras una vuelta
con ajo y pimentón picante junto a las gambas sonaba bien. Sin
tiempo para usar la tinta, pensó que lo mejor era con sepia y
gambas, ajo y algo de pimentón. Para estar más seguro miró recetas
en internet. Sí, su idea era realizable, había bastantes recetas
similares a lo que tenía en mente. Lo hizo, lo probó... Está
buenísimo, se dijo, seguro que con limón o una salsa esto será
cojonudo. Sin embargo cuando lo probó Doña Marta Palacios dijo:
-Pueshijoquéquieresquetedigaestasmezclasqueseosocurrenamímevamáslapastaporsuladoylasepia
porelsuyomalonoestáporqueloimportanteeselsaborylasdoscosassabenbienperoyoenlavidahabía
tomadoestoasí...
-Joder, mamá -dijo nuestro
protagonista aún convencido de la valía de su comida-. Pues en el
sur de Italia se ha hecho así muchas veces y está buenísimo. Verás
cuando se levante Juan.
Juan, que ni se levantó hasta las
cinco de la tarde convaleciendo de sus fiebres, se sirvió un plato
con buena cara, pero luego dijo a nuestro protagonista:
-Fran. ¿Dónde has visto esto? ¿Cómo
se van a poner cosas a la plancha con la pasta? ¿Qué gusto van a
darle?
-Vete a la mierda. Tú estás
acatarrado y no saboreas.
-Ni falta que hace, Fran. Esto no lo
vuelvas a poner.
Así se quedó nuestro héro,
sorprendido, porque a él si le agradaba su plato. Pero Fran siempre
decía que eran otros y no el cocinero quien debía juzgar la comida
y el veredicto de los demás fue muy claro. Sólo le quedaba tomar él
su ración, dado que a él sí le había gustado y aprender.
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