-Pues me apetece comer algo, Fran -dijo Juan-. Aquí en teoria todo son productos
del Bierzo y de Leon. ¿Pedimos esas croquetas que pone que son de cecina y bacalao?
-Por mí de acuerdo -respondió nuestro protagonista mientras miraba con avidez las
curvas de una chica, una turista italiana que estaba cerca de él.
De modo que juan pidió las croquetas, y Fran en cuanto la italiana se perdió de su
vista se dió cuenta de dos cosas preocupantes: había visto lo que creía que era una
racción de aquellas croquetas y eran poliédricas. Y además, estaba rodeado de
extranjeros pidendo vino “Guioja”y similares. Entonces cayó:
-Juan, me temo que esto no es lo que te habías imaginado. Las croquetas tienen forma
de figuras geométricas.
-Y me acaba de rozar un gordo alemán sudado. Me temo que nos hemos dado cuenta tarde.
En efecto, al servirles dos hexaedros empanados, que eran las croquetas de cecina,
y dos prismas de base rectangular que eran las de bacalao nuestros héroes cayeron:
bajo su apariencia de “típico del Bierzo”, aquel local, como tantos otros, preparaba
rápìdamente comidas como aquellas croquetas que se calentaban en microondas para
engañar a los guiris. Ellos estaban contentos y sonreían borrachos, pero nuestros
dos protagonistas cayeron en la cuenta.
-Teníamos que haberlo visto antes, Fran. Si las croquetas son poliédricas quiere
decir que congelan la masa o la gelatinifican y las cortan así. Ahora saben a
congelado.
-Pero lo jodido es que cada vez cuesta más encontrar un sitio de tapas buenas, ahora
todas son fabricadas en serie así.
-Cortaré por lo sano: si no conozco el sitio, cuando salga de cañas, me pido un
Kebap. Es lo mismo y se sabe a lo que va.
-Y te ahorras que te abrace un alemán sudado, como antes.
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