-Bueno, el caso es que he encontrado
mucho más de lo que quería al salir de casa. El primero de la nueva
edición de Maki Navaja, dos libros de historia buenos...
-Sí, pero te estás calando y no será
que no te advertí.
Los dos hermanos habían acudido un
año más a la Feria Del Libro en Madrid. Juan Gordal salió de su
casa con unas ideas muy claras de lo que quería pillar para su
colección: dos tebeos de Moebius, y Klezmmer, la gran obra de
Joan Sfarr contando las aventuras de un grupo de desagraigados que
tocan esa música hebrea en su camino por diversas ciudades. Sin
embargo, al llegar Fran era quien había encontrado lo que buscaba y
hecho gasto. Pero cuando parecía que todo le había salido bien uno
de los estereotipos madrileños sobre la feria tomó cuerpo: En la
Feria siempre llueve, Y los dos hermanos se refugiaban mientras
examinaban sus compras.
-Yo cogí una chaqueta, pero tú vas y
te vienes en jersey, sin paraguas... pareces tonto.
-Tú lo que estás es escocido porque
yo he encontrado cosas y tú no.
-No, estoy cabreado porque nunca me
hagas caso.
-Bueno, vamonos a casa ahora que
parece que escampa un poco.
Ambos hermanos se pusieron en marcha,
y ahora todo había cambiado. Era nuestro protagonista el que
presumia de sus compras ante la desesperacción de su hermano.
-Pero te has tenido que refugiar media
hora con ellos y podrías haberlos cogido igual llevando un paraguas.
-Bueno, en la Feria llueve, y ahora ha
parado, y tengo los libros...
En ese mismo momento un relápago y el
posterior trueno avisaron a los hermanos que una nueva tormenta se
iba a desencadenar.
-Y no hemos llegado ni a la mitad del
camino. Corre -dijo Juan.
-Bueno, encima esto ya tehas puesto
otra vez a...
Entonces la lluavia provocó un efecto
imprevisto: las bolsas donde nuestro protagonista llevaba su compra,
que eran de papel, se empaparon y rompieron, echando sobre el suelo
húmedo todos los libros. No tradó mucho nuestro protagonista en
recogerlos, pero a esa distancia de casa se iban a empapar.
-Traémelos, me los meto yo en la
chaqueta.
Así, ambos hermanos llegaron a casa
con los libros casi intactos, pero nuestro héroe estaba en cierto
modo avergonzado, de que Juan Gordal tuviera razón al reprocharle el
que no le hubiera hecho caso.
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