viernes, 8 de junio de 2018

El gran peligro de la feria del libro.

-A ver, Fran, refugiate un poco bajo las casetas. Mira que te dije que iba a llover y no ibas preparado -dijo Juan a nuestro protagonista
-Bueno, el caso es que he encontrado mucho más de lo que quería al salir de casa. El primero de la nueva edición de Maki Navaja, dos libros de historia buenos...
-Sí, pero te estás calando y no será que no te advertí.

Los dos hermanos habían acudido un año más a la Feria Del Libro en Madrid. Juan Gordal salió de su casa con unas ideas muy claras de lo que quería pillar para su colección: dos tebeos de Moebius, y Klezmmer, la gran obra de Joan Sfarr contando las aventuras de un grupo de desagraigados que tocan esa música hebrea en su camino por diversas ciudades. Sin embargo, al llegar Fran era quien había encontrado lo que buscaba y hecho gasto. Pero cuando parecía que todo le había salido bien uno de los estereotipos madrileños sobre la feria tomó cuerpo: En la Feria siempre llueve, Y los dos hermanos se refugiaban mientras examinaban sus compras.

-Yo cogí una chaqueta, pero tú vas y te vienes en jersey, sin paraguas... pareces tonto.
-Tú lo que estás es escocido porque yo he encontrado cosas y tú no.
-No, estoy cabreado porque nunca me hagas caso.
-Bueno, vamonos a casa ahora que parece que escampa un poco.



Ambos hermanos se pusieron en marcha, y ahora todo había cambiado. Era nuestro protagonista el que presumia de sus compras ante la desesperacción de su hermano.

-Pero te has tenido que refugiar media hora con ellos y podrías haberlos cogido igual llevando un paraguas.
-Bueno, en la Feria llueve, y ahora ha parado, y tengo los libros...

En ese mismo momento un relápago y el posterior trueno avisaron a los hermanos que una nueva tormenta se iba a desencadenar.

-Y no hemos llegado ni a la mitad del camino. Corre -dijo Juan.
-Bueno, encima esto ya tehas puesto otra vez a...

Entonces la lluavia provocó un efecto imprevisto: las bolsas donde nuestro protagonista llevaba su compra, que eran de papel, se empaparon y rompieron, echando sobre el suelo húmedo todos los libros. No tradó mucho nuestro protagonista en recogerlos, pero a esa distancia de casa se iban a empapar.

-Traémelos, me los meto yo en la chaqueta.

Así, ambos hermanos llegaron a casa con los libros casi intactos, pero nuestro héroe estaba en cierto modo avergonzado, de que Juan Gordal tuviera razón al reprocharle el que no le hubiera hecho caso.

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