miércoles, 11 de julio de 2018

Actividades de riesgo en verano,

"Se recomienda no salir a la calle a las horas de más sol e hidratarse bien", repetían una y otra vez, como cada año por esas fechas, las noticias. A nuestro protagonista siempre le provocaban risa esos avisos por obvios. ¿Quién se iba a exponer a todo el sol de primera hora de la tarde, o no iba a sentir la sed y beber agua? Cada año , influidos por la carencia de verdaderas noticias por un lado, y por la audiencia, que en ocasiones parece prestar atención sólo a las alertas de catástrofes por otro, los medios de comunicación daban la sensación de que cosas absolutamente normales en verano eran un peligro inminente. Así que nuestro héroe recorría la ciudad pensando en lo a gusto y a salvo que iba a sentirse cuando dejara de exponerse a insolaciones y se "hidratara" con dos vasos de agua en cuanto llegara a casa (antes se llamaba beber). Al mismo tiempo, pensaba si él alguna vez había corrido peligro real en verano. Por causas directamente imputables a la naturaleza de la época, queremos decir. Si incluso con la gente fuera y la ciudad medio vacía, había veces que se podía cruzar calles tan céntricas como el paseo del prado sin temer ser arrollado por los coches, lo que resultaría absolutamente impensable en otro momento del año. Quizás si fuera alérgico las picaduras de insectos o medusas le hubieran supuesto un peligro real, pero en su caso no pasaban de molestas. Y accidentes en playas o piscinas, del tipo de raspones, caídas, o golpes eran en su opinión más consecuencia de despistes o falta de cuidado que del verano. Nada que no pudiese ocurrir en invierno realizando otras actividades. De pronto pasó por una zanja en la acera donde varios obreros realizaban actividades pesadas. Aunque parecían provistos de botellas de agua y nuestro héroe desconocía su horario, pensó que quizas estos sí que, por obligación, corrían el peligro de insolaciones o deshidratación. ¿Qué proporción de gente no podía en los tiempos actuales permitirse unas merecidas vacaciones estivales? A lo mejor sin este porcentaje era alto justificaba los avisos, y depende del tipo de trabajos. Nuestro héroe había trabajado siempre en espacios climatizados y con fuentes de agua cerca. En aquel verano era cierto que daba gracias de poder descansar, pero no era lo mismo incómodo que mortal. Entonces se apartó para dejar paso a otras personas en una calle estrecha y...

-¡Cuidado! -legritó un hombre! Mira dónde has estado a punto de poner la mano.

Y es que al apartarse nuestro protagonista casí había echado sus brazos en una cornisa por la que se paseaba una oruga de una especie de muy mal recuerdo en la familia Gordal Palacios: una procesionaria del pino. Aquella iba sola, no integrada en ninguna "procesión", pero era inconfundible. Recordaba nuestro protagonista aquella vez que su perro Trece casi se ahogó por lamer una y cómo se le había puesto la espalda a una compañera de Doña Marta Palacios a la que le calló una por la espalda. Sí, aquellas orugas van soltando una secrección que inflama todo lo que toca y produce sarpullidos. Bueno, pensó nuestro héroe. Ya puedo llegar tranquilo a casa, ya he descubierto un peligro real del verano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario