Las primeras semanas del año, entre
las rebajas, alguna ropa de Reyes y el estado de las ropas que se
tenían de antes, solían ser semanas que se dedicaban a cambios y
compras. En esas andaba nuestro protagonista probándose un abrigo
con ayuda de Juan Gordal:
-Me está un poco ceñido. ¿No
necesitaríamos uno más grande? -preguntó.
-Desde luego más grande sí, pero ya
viste lo que me pasó a mi, hasta que auqellas dos señoras me
aconsejaron no supe entre dos tallas.
Fran devolvió aquel abrigo de tela a
su sitio y se probó un anorak. Prefería un abrigo impermeable a uno
de tela, ya que su problema era principalmente que los días de
lluvia su abrigo era malo para resguardarse.
-No me hace tipo Michelín ¿verdad?
-dijo nuestro protagonista.
-Pues... -comenzo a decir Juan Gordal
y se quedó pensativo sin acabar la frase.
-Joder, Juan, cuando tú te pillaste
el tuyo, bien o mal, yo te ayudé.
-Si no tengo ni puñetera idea de
esto.
Mientras los dos hermanos discutían
una señora de unos 60 años pasó por su lado y habló a los
hermanos:
-Mirad, hijos, yo creo que
necesitarías otro modelo y una talla mayor . ¿Qué número es esa,
hijo?
-El 56 -dijo nuestro protagonista.
-Pues mirad, aquí hay un 58 y no está
tan acolchado. Pruébatelo, hijo.
Fran se lo probó y se vio en el
espejo de la tienda abrigado, pero a la vez más estilizado, más
alto, y con mejor postura.
-Es tu talla seguro, hijo -dijo la
señora y se despidió.
Los dos hermanos se encaminaron con su
adquisición a la caja:
-Joder con las señoras mayores -dijo
Juan-. Habrá que traer una si se va a probar un abrigo
-Desde luego, parecen infalibles.
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