-Caballero, ¿puedo ayudarle?
-Ahora ya no, gracias, ya tengo lo que
vine a buscar.
-¿De verdad no quiere unas camisas o
jerseys? Los tenemos muy buenos y...
-Mire, vine a por pantalones y ya los
tengo. Cóbreme si hace el favor.
Refunfuñando y soltando una verborrea
molesta ofreciendo casi toda la tienda, el dependiente se encaminó
al mostrador y empezó a anotar los precios. Entonces el dependiente
reparó en el pantalón de menor talla:
-Sabe uste que ha cogido uno de talla
menor ¿verdad?
-Sí, lo sé, pero haga el favor de
cobrar.
-Es que si los quiere todos iguales
en este modelo tiene lo que necesita...
-No, mire, no me interesa pagar 20
euros más por cada uno que me lleve. Haga el favor de cobrarme.
-Los tiene de pana, de algodón, de...
-Le digo que me cobre, que ya está
todo elegido.
Cinco minutos más tarde, el
dependiente había recibido el dinero y parecía decido a dejar
marchar a nuestro protagonista, pero...
-Espere, non se vaya, todavía eso le
puede hacer juego con...
-Mire, se lo voy a decir claro: si así
espera vender más es contraproducente.
Por fin el dependiente se calló, y
Fran pudo salir. Lo bueno es que lo que se llevaba de la tienda, lo
había cogido el solo sin ayuda de nadie. Pensó en varias tiendas
donde habñía tenido experiencias similares, y reparó que
normalmente eran tiendas de ocio: tebeos, libros... En una de ropa,
de lo que menos le gustaba, era todavía peor. Se rehizo y mientras
caminaba a su casa deseó firmemente que no undiera el ejemplo y le
hicieran aún más amarga esa experiencia.
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