-¿Pasamos a
verlos un rato, Juan? -preguntó nuestro protagonista
-Bueno, total no
tenemos nada que hacer.
Los dos hermanos
pidieron tercios, y se pararon a oírlos, comentando las canciones
que se sabían y las que no. Mientras aplaudían aún una de ellas,
el cantante se les acercó, y saludó muy efusivamente a nuestro
protagonista.
-A vosotros os
conozco de otras veces, ¿no?
-Sí, maestro
-dijo nuestro hombre, que no sabía que significaba maestro en este
sentido, pero veía que la gente se dirigía así a aquel hombre-. Le
he visto algunos domingos bajando al Rastro. He investigado un poco
de cante, gracias a mi peluquero, que también es fan y a usted.
-Eso está bien.
¿Ya conoces la diferencia de rumbita y el flamenco de verdad?
-Algo voy
sabiendo, pero me intriga cómo fuerzan ustedes la voz, tendrán que
cuidarla ¿no?
-Bueno yo
simplemente no fumo.
-Yo tampoco pero
no canto así. Bueno, que le vaya bien, que vemos que usted sabe.
Cuando marchaba
aquel hombre a reanudar su recital, los dos hermanos comentaron.
-Llevan mucho
tiempo, yo le conozco de años -decía Juan-. Deberíamos
preguntarles si tienen algo grabado
-Igual, mi
peluquero sí tenía un concierto en You Tube.
-Joder, Fran, te
estás haciendo un entendido del cante.
-¿Yo? No tengo ni
idea en cuanto me sacan de lo que me dicen esos dos hombres.
-Pues hablas ya
con él con una familiaridad tremenda.
-Yo no sé por qué
a la raza calé suelo caerle bien. Será porque soy así grandón
como a ellos les gusta. Pero solo intento ser educado.
-Bueno, ten
cuidado, que con la Tía Maria Cristina sobre todo, corres el riesgo
de hacer una colección involuntaria de cante y flamenco de las que
decía Mauro Entrialgo.
-Tendré cuidado,
sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario