⸺ Cuánta
gente apelotonada, y eso que se ve que intentan guardar la distancia
y que se protegen ⸺Comentó Juan Gordal llegando a Atocha
por primera vez en más de un mes después de semanas de cuarentena.
⸺ Igual
hay que regular esto de algún modo, las aglomeraciones son
inevitables en algunos puntos⸺
añadió Fran⸺. Y lo de
llevar un condón de cuerpo entero tampoco lo tengo claro.
Aunque nuestros protagonistas
estaban disfrutando de la calle, y desde luego se sentían más
liberados y holgados, la experiencia de la que venían les había
hecho adquirir ciertos recelos, muy evidentes ahora que poco a poco
las autoridades pensaban en cómo levantar la cuarentena. Se percibía
que si bien la mayoría de la gente era estricta en las medidas de
prevención de la pandemia que asolaba el mundo donde vivían
nuestros personajes, conciliar una vida normal y al mismo tiempo
vigilar la distancia de seguridad era mucho más complicado que
permanecer en el domicilios salvo para lo estrictamente necesario.
Además, si bien las autoridades solo prescribían estas medidas de
protección en ciertos ambientes, lo cierto era que uno se sentía
mucho más seguro llevando guantes, mascarillas y otras prendas
preventivas.
⸺Las
mascarillas dicen que sirven más para evitar echar el virus tú que
para que te lo echen, que las recomiendan solo para los enfermos y
sus cuidadores o en espacios cerrados con gente, pero yo prefiero
llevarla, porque es mucho más cómodo que andar quitando y poniendo
⸺dijo nuestro protagonista.
⸺Los
guantes sólo deberías ponértelos cuando vayas a tocar superficies
expuestas, Fran.
⸺Oye,
yo tengo cuidado y sé manejarlos. No dejo de lavarme las manos. No
hago como esos dos hombres ⸺explicó Fran señalando a dos amigos,
o eso debían ser que hablaban uno enfrente del otro a muy corta
distancia, y con la mascarilla a la altura del cuello.
Este
último era un extremo especialmente irritante, gente que parecía
llevar las medidas de protección de adorno, que se las quitaba al
entrar en comercios ⸺justo lo contrario de las prescripciones
sanitarias, que decían que en lugares cerrados y con gente era donde
había que llevarlas⸺, que las manoseaba... Los primeros días de
la pandemia era normal que uno no supiera usarlas, pero después de
días repitiéndo las instrucciones de uso a todas horas ya resultaba
hasta molesto ver aquello.
⸺De
verdad, a veces dan ganas de pegarles collejas ⸺afirmó con rabia
Fran, y entonces al hablar la mascarilla se le movió.
⸺Colócatela
bien, Fran, aplícate el cuento ⸺respondió Juan aguantando la
risa.
Fran
cogió la mascarilla por los cordones que la sujetaban tras las
orejas, como había que hacerlo, sin tocar la superficie, tiró con
mucho cuidado... Y la sujección se rompió. Fran se quedó a cara
descubierta en plena calle.
⸺¡Joder
con lo que llaman nueva normalidad! ⸺gritó Fran.
⸺Bueno,
si quieres ahora te pillamos otra ⸺dijo Juan riéndose.
⸺No,
déjalo, si tampoco es tan imprescindible según dicen. Pero encima
de que hay pocas se rompen. Así no hay manera, hombre.
⸺Como
ahora te encuentres uno de los amargados que echan broncas al que no
lo haga bien...
⸺Pues
yo igual me contagio, pero él se va a traumatología.
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