viernes, 8 de mayo de 2020

Precauciones.

Cuánta gente apelotonada, y eso que se ve que intentan guardar la distancia y que se protegen ⸺Comentó Juan Gordal llegando a Atocha por primera vez en más de un mes después de semanas de cuarentena.
Igual hay que regular esto de algún modo, las aglomeraciones son inevitables en algunos puntos añadió Fran⸺. Y lo de llevar un condón de cuerpo entero tampoco lo tengo claro.

Aunque nuestros protagonistas estaban disfrutando de la calle, y desde luego se sentían más liberados y holgados, la experiencia de la que venían les había hecho adquirir ciertos recelos, muy evidentes ahora que poco a poco las autoridades pensaban en cómo levantar la cuarentena. Se percibía que si bien la mayoría de la gente era estricta en las medidas de prevención de la pandemia que asolaba el mundo donde vivían nuestros personajes, conciliar una vida normal y al mismo tiempo vigilar la distancia de seguridad era mucho más complicado que permanecer en el domicilios salvo para lo estrictamente necesario. Además, si bien las autoridades solo prescribían estas medidas de protección en ciertos ambientes, lo cierto era que uno se sentía mucho más seguro llevando guantes, mascarillas y otras prendas preventivas.

Las mascarillas dicen que sirven más para evitar echar el virus tú que para que te lo echen, que las recomiendan solo para los enfermos y sus cuidadores o en espacios cerrados con gente, pero yo prefiero llevarla, porque es mucho más cómodo que andar quitando y poniendo ⸺dijo nuestro protagonista.
Los guantes sólo deberías ponértelos cuando vayas a tocar superficies expuestas, Fran.
Oye, yo tengo cuidado y sé manejarlos. No dejo de lavarme las manos. No hago como esos dos hombres ⸺explicó Fran señalando a dos amigos, o eso debían ser que hablaban uno enfrente del otro a muy corta distancia, y con la mascarilla a la altura del cuello.

Este último era un extremo especialmente irritante, gente que parecía llevar las medidas de protección de adorno, que se las quitaba al entrar en comercios ⸺justo lo contrario de las prescripciones sanitarias, que decían que en lugares cerrados y con gente era donde había que llevarlas⸺, que las manoseaba... Los primeros días de la pandemia era normal que uno no supiera usarlas, pero después de días repitiéndo las instrucciones de uso a todas horas ya resultaba hasta molesto ver aquello.

De verdad, a veces dan ganas de pegarles collejas ⸺afirmó con rabia Fran, y entonces al hablar la mascarilla se le movió.
Colócatela bien, Fran, aplícate el cuento ⸺respondió Juan aguantando la risa.


Fran cogió la mascarilla por los cordones que la sujetaban tras las orejas, como había que hacerlo, sin tocar la superficie, tiró con mucho cuidado... Y la sujección se rompió. Fran se quedó a cara descubierta en plena calle.

¡Joder con lo que llaman nueva normalidad! ⸺gritó Fran.
Bueno, si quieres ahora te pillamos otra ⸺dijo Juan riéndose.
No, déjalo, si tampoco es tan imprescindible según dicen. Pero encima de que hay pocas se rompen. Así no hay manera, hombre.
Como ahora te encuentres uno de los amargados que echan broncas al que no lo haga bien...
Pues yo igual me contagio, pero él se va a traumatología.

No hay comentarios:

Publicar un comentario