—Oiga, por favor, póngase bien la
mascarilla? —dijo aquella señora
en la cola del super.
La chica joven a la que esa mujer
reconvino se colocó bien la mascarilla,
y avanzó unos pasos.
—Es que parece mentira que ahora que hablan de que vuelve esto, con lo que ha sido,
con nuevas variables siga habiendo gente que se tome esto a a ligera ? —comentaban
otras dos personas detrás de nuestro protagonista, pero tan cerca que se las podía oír.
Nuestro protagonista observaba la escena con extrañeza viendo cómo se juntaban todos los
integrantes de aquella cola, pero vigilando todos con mucho celo que los aditamentos
faciales permanecieran en su sitio. A fin de cuentas durante toda la etapa en que aquella
plaga había castigado el planeta de nuestro personaje había habido gente desocupada
preocupada en hacer guardar al milímetro las normas sanitarias al prójimo mientras ellos
se las pasaban por el arco de triunfo. Ahora con la amenaza de nuevas variantes de aquel
virus estos inquisidores de salón se sentían legitimados para volver a recrudecer su
presión sobre el resto de la población. Pero era realmente curioso de ver cómo estaban
todos vigilando las mascarillas de los demás mientras pisaban las marcas amarillas del
suelo que seguían señalando la distancia que convenía guardar en el suelo. Mientras Fran
estaba preocupado en estos pensamientos las cola avanzó un paso o dos. De inmediato un
hombre de mediana edad le gritó:
—¿No piensas avanzar o qué? ¿Vamos a estar aquí todo el día?
Fran no estaba por la labor de montar un pollo en aquel momento, pero durante todo su
camino de vuelta a casa se preguntó si los gregarios que querían arrejuntarse en aquella
cola y los ultras de la mascarilla serían las mismas personas.
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