Se había vuelto a enganchar.
Nuestro protagonista nunca
había entendido qué podía
haber en la mente
de quien diseñó la capucha
de aquella chaqueta. Una
chaqueta, que, por lo demás,
era abrigada y
gustaba a nuestro Fran, pero cada vez que sacaba la capucha que normalmente estaba legada bajo
una cremallera, nuestro héroe sufría un disgusto: no tenía cordón ni ningún dispositivo que
permitiera ajustarla, se enganchaba con una propensión inusual en los lugares más
inverosímiles, y se había descosido por ello de uno de sus lados. Ahora mismo no se sostenía
más que por una estrecha franja en uno de sus extremos, y Fran pensó que habría que coserlo
al llegar a casa. Mientras recogió como pudo la capucha en si funda y siguió andando.
—Por lo menos no te ha llovido —le dijo Juan al llegar a casa. —Pero ahora me toca sentarme a coser.
Fran comenzó a buscar en la caja de costura de su domicilio un hilo del color de la chaqueta, una
aguja buena para enhebrar el hilo, a pensar en cómo sería la mejor forma de sujetar el adminículo...
Se dispuso a una de las cosas que menos le gustaba hacer del mundo. Y se pinchó.
—Dices que no te gusta coser, pero lo haces muy bien, Fran, yo me fío de ti para que arregles las
cosas que se me rompen. Ahora cuando acabes. tengo aquí unos guantes y una chaqueta que
quiero que retoques—terció Carolina.
Aquel inconveniente lo había olvidado nuestro protagonista desde que su hermana había dejado la
casa, pero ahora había vuelto, y seguía utilizando a nuestro héroe para sus caprichos de costura. Y llegó
a una conclusión:
—Creo que bien pensado va a pasar por este trago su puta madre. Mejor corto del todo la capucha y
me apaño sin ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario