—Pues ya me lo he acabado. La
verdad es que no debí comprar
este libro sin informarme antes
—dijo nuestro protagonista sobre
aquella novela infame —. Pero yo
siempre que empiezo a leer
algo me lo acabo, y ahora se lo
llevaré a la tienda de segunda mano, —Más vale que se lo des a la biblioteca, Fran. —A ver si recupero algo de él.
Nuestro protagonista había comprado aquella novela, vestido de cuero, atraído por lo inusual de si
trama y por ciertas críticas ditirámbicas que lo calificaban de provocador, trepidante, etc. Sin embargo,
sin negar estas cualidades, Fran descubrió que la trama se pasaba de la raya en ciertos momentos, y
que la premisa de una burócrata arrastrada a una trama oscura por una pasión morbosa por los trajes de
cuero y el masoquismo se rebelaba demasiado exagerada. Pero aún podría recuperar parte de la
inversión, se dijo, y con ese ánimo se fue a una tienda de segunda mano de libros.
—Está muy bien que no lo quieras, Fran. Y que le des la oportunidad de leerlo a otra persona. Pero
yo sé lo que hay. No vas a sacar nada. —Bueno, cállate. Ya lo llevo yo,
Así que nuestro protagonista peneró en el establecimiento y exhibió su obra ante la dependienta que
atendía. Esta le echó una ojada y sentenció:
—Vale, nos interesa, y lo que damos por cualquier libro son 20 céntimos.
Fran digiró la información como pudo. ¿Por un gasto de casi 20 euros sólo iba a obtener la centésima
parte? Su hermano tenía toda la razón. Al cabo de un rato respondió:
—Entonces prefiero quedármelo. —Fran, es lo mismo que dan en todas partes —intervino Juan. —A mí no me interesa.
Los dos hermanos salieron del establecimiento y Juan siguió explicando: —Mira, te he dicho que esto del intercambio de libros es si te interesa conocer el mundillo y tratar,
pero dinero nunca te va a dar. —Entonces, para sacar tan poco, prefiero dárselo a la biblioteca y al menos contribuir a lo público.
Me he sentido un poco estafado. —A ver si te crees que aquí compras libros a tres euros porque sí. —Y seguiré comprando, pero el trato para venderlos, a mí no me interesa. —Tú quieres comprar barato y vender caro, qué jodío. —También, a partir de ahora, cuando no esté seguro sobre un libro, lo pediré en la biblioteca en vez
de comprarlo. Las tiendas de segunda mano, a partir de ahora, las usaré sólo en casos muy específicos.
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