los dos últimos años para evitar las concentraciones de gente que podían facilitar la
propagación del virus. Aquel año volvía a celebrarse y su ambiente se notaba en comercios
y calles. Juan, Carolina y Francisco Gordal se encontraron toda la ciudad llena de
banderas y otros artículos.
—Seguro que muchas tiendas y comercios lo agradecen. Además ahora viene mucha másgente —comentó Juan Gordal.—Aunque algunos n saben ni colocar las banderas. En esta tienda, por ejemplo, han puesto la
bandera arcoiris con el violeta arriba —dijo nuestro protagonista. —Bueno, la intención queda. Lo que veo que tienen mucho éxito son los bolsos de bandera
arcoiris. Igual pillo uno —dijo Carolina. —Se ha normalizado mucho, ya van hasta niños pequeños y familias sin ningún problema, de
modo que píllatelo si quieres —comentó nuestro protagonista.
Aparte de todo, Fran pensaba en que cualquier acontecimiento, del tipo que fuera, levantaba elánimo sobre esa pandemia que se negaba a marcharse del todo. Observó artículos del orgullo enun kiosco: chapas, camisetas, platos de cerámica y...
—Joder, mascarillas —dijo nuestro protagonista. —Bueno, las ha habido de todos los temas. —Pero no sé si os fijáis en la paradoja: las mascarillas eran para cuando estos acontecimientos
no se podían hacer. Y de ese color son para el día de hoy.Los dos hermanos dieron vueltas al razonamiento de Fran y cayeron en la cuenta de queefectivamente ese objeto, era cuando menos insólito.
—Bueno, como tú has dicho se ha normalizado mucho este tema. Igual las han llevado durante
la pandemia —dijo Carolina. —Y todavía no se ha ido del todo, si quieres una, píllala —dijo Juan. —No, gracias. Yo no quiero merchandising de esto. —¿Ahora eres homófobo, Fran? —dijo Juan Gordal. —¡Idos a la mierda! No, me parece muy bien la fiesta y todo, pero yo no... —Vaya intolerante estás hecho —añadió Carolina. —Bueno, vamos a dejarlo aquí —sentenció Fran.
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