―Puesyahemosllegado
Franvoyallamaral
ascensoraversino
estáocupadocomo
elotrodíaquede verdadyonosé
algunosquéhacen
conélmecuesta
avecesdiezminutos
omásesperarpero
alfinalpuedosubir despuésdemucho
intentarlo... ―dijo al volver a casa Doña Marta Palacios. ―Deberías subir a pata como yo, que es más sano y nunca están ocupadas ―respondió nuestro
protagonista. ―Buenohijoyotengolasrodillascomolastengoynohayformadesubirporahíyanolohacíaantesimagínate ahoraademásparaquévaunoacansarsecuandoencasitodoslossitioshayascensoresseráporalgoyason ganasdecomplicarse... ―Bueno, mira. Doy al botón y yo subo a pie ―sentenció Fran y apretó el botón del ascensor.Nuestro protagonista se encaminó escaleras arriba y apretó el paso lo que pudo hasta que a la
altura del descansillo del primer al segundo piso se dió de bruces con un vecino que bajaba de
espaldas.
―Lo siento ―dijo el vecino―. Es que estamos cambiando los muebles. ―Tranquilos, bajen ―contestó Fran.Los dos vecinos arrastraban un enorme sofá que costaba girar entre los tramos de la escalera.Fran se apartó y esperó varios minutos, hasta que se dio cuenta de que tendría que usar elascensor. Lo llamó y se acordó de Doña Marta que ya debía llevar un buen rato esperando encasa. Al abrir la puerta contó su peripecia.
―Ayhijopuesyavesloqueestabaocupadoeralaescaleramiraquébienhellegadoyotúhastardadomucho másytehascansadoperohassubidopeoryavesquealfinalhastenidoquecogerelascensorcomohacetodo elmundonadiesubeandandosinoesporobligación...―respondió Doña Marta. ―Bueno, mamá. Es un caso particular. Normalmente no bajan muebles. ―Siperoyonodependodeelloyloquetúmedecíasesquelasescalerassiempreestabanlibresyavesquenoes asíqueavecesbajanmueblesopasancosasademásunosecansanohaymaneradeseguirmanteniendoqueel ascensoresmejor... ―Lo que faltaba, que encima pase algo que te reafirme en tus postulados ―concluyó Fran.
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