―Míralo ―dijo orgullosamente Juan Gordal de su recortable de Punch y Judy― ¡Es que es de 1896!
Es una maravilla.
Fran lo observaba con curiosidad y admiración,
pero también con el temor de ver muy cerca de
aquella construcción de papel tan frágil un montón de cacharros, líquidos y otros objetos.
―Está muy bien, Juan. Pero creo que deberías devolverlo a su caja y llevarlo a casa con sumo
cuidado ―respondió nuestro protagonista ―. Estamos en un puñetero bar, y si se abre cualquier
botella o saltan cualquier burbuja se va a joder ―Le voy a hacer una foto. Estoy pensando en donde ponerlo en mi cuarto para que luzca. Voy
a moverlo un poco para sacarlo mejor. ―¡Cuidado con esa esquina que roza la tónica! ―gritó Fran.Juan enderezó la posición de aquel teatrillo y lo colocó en el centro de la mesa, encima del cuenco
donde el camarero había servido las aceitunas de la tapa.
―Joder, Juan, acabas de dejarte 70 pavos en esa pieza de coleccionista y parece que quieras perderla
de inmediato. ―Ya lo guardo, ya.Cuando Juan guardó por fin su teatrillo en su caja, y esta en la bolsa, un camarero rozó el paquete
levemente. Juan gritó:
―¡Cuidado con esto, que es delicado! ―Perdón, señor, no me di cuenta. ―¡Pues hay que darse! Igual ya no vuelvo aquí si son ustedes así de torpes. Nuestro protagonista observaba sorprendido cómo su hermano exigía mucho más esmero a otros
del que había tenido él mismo. Mientras apuraba su cerveza pensaba en el largo camino que aún
les quedaba para volver. Como haya la más mínima aglomeración se va a montar una masacre
que sí va a ser digna de Punch y Judy concluyó para sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario