aguantando las ganas de ir a servicio. Antes de acudir a su entrevista decidió pasar por el enorme
centro comercial que le pillaba de camino a aliviar su vejiga. Entró en ellos y vio el clásico cartel de
los dos muñequitos que indicaban el camino de los baños. Los siguió y llegó al frente de una pared
con un enorme espejo. No había más camino en esa dirección. Después de unos segundos de
desconcierto volvió para atrás y miró a ver si había seguido bien las indicaciones. Tras varias veces
de dar vueltas intentando seguirlos se dio cuenta de que tendría que preguntar a un dependiente.
―Es en esa dirección ―le dijo aquel hombre.―¡Pero si eso da a una pared! ―respondió Fran. ―No, párese un momento delante, ya verá.Nuestro protagonista volvió ante la pared y se detuvo. En un instante el espejo de delante de él girósobre sí mismo y dejó entrever un pasillo con unas extrañas luces. Desconcertado Fran avanzó poraquel pasillo hasta llegar al urinario que era un extraño pivote de metal con un agujero. Después devaciar toda la carga de sus riñones buscó la cisterna. Entonces se dio cuenta de que funcionaban conuna célula fotoeléctrica. Algo similar ocurrió con el agua para lavarse las manos. Una vez máscalmado se dio cuenta de que toda la estancia era de un blanco luminoso, que uno tenía la impresiónde estar rodeado de luz entre aquellas paredes. Aquel lugar, se dijo nuestro protagonista parecíacasi una nave espacial de una película futurista, más que unos lavabos. Impresión que se completóal salir al pasillo y ver un extraño robot de limpieza barriendo los suelos. Nuestro protagonista dudósi abrir la puerta de salida, ya que tenía la impresión de que iba a dar al espacio exterior ydescomprimirse, pero no se quedó parado mucho tiempo ya que, recuerden, la puerta se abría sola.Fran volvió a mirar el espejo exterior y se alejó del lugar. Igual he descubierto una base alienígena,se dijo. Pero más valdrían unos servicios menos rimbombantes.
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