lo hizo así para que Juan, que entraba a trabajar a la una del mediodía, pudiera comer antes. Allí,
a las diez y media de aquel día, nuestro protagonista sonreía satisfecho de su obra.
―Bueno, Juan. Con mucho gusto te he dejadoesto hecho.―Muchas gracias, Fran, pero igual para
vosotros eso es comer muy pronto. ―Siempre podremos calentarlo o hacer algo. ―Puesyodesdeluegonopiensocomeralasdoce
ymediaademásvamosairahoraalparqueyno
vamosaestarencasayonoséparaquéhaceslacomidaahorasiJuantienequesalirquesehubierahechoélloque
quisieraconlobienquesehacomidosiempreelarroz...―intervino Doña Marta Palacios ―Mira, no m vengáis con tonterías. He hecho lo que teníamos en casa, y Juan puede comer. Punto.
Venga, vamos al parque.Fran y Doña Marta salieron y pusieron en orden varios asuntos pendientes y papeleos. Doña Martadisfrutó mucho del sol y al volver comentó a nuestro protagonista:
―SiesqueesprontohastaahorayonocomohastaquenovengadesutrabajoCarolinaaverporquéhastenido quehacerlosituhermanopodíacomerotracosayademásnoteníaisporquéhacerelarrozhoyporlomenos habrácomidobien... ―Eso era lo principal ―insistió nuestro protagonista.Fran seguía contento de su iniciativa, y más aún cuando en el portal, madre e hijo se encontraron aJuan, que ya partía a su trabajo.
―Muy bueno el arroz, Fran ―le dijo. ―Ya sabía yo, Juan. Vete contento.Así de ufano estaba nuestro protagonista hasta que abrió la puerta y se dirigió a la cocina. Allíestaba la paella intacta. Fran gritó de rabia:
―¿¡Y para qué coño dice que estaba bueno si no lo ha probado?! ―Buenohijoloimportanteeraquecomieratúhashecholodebidoélsabrásinohaqueridoahoracreoque teníasrazónaunqueahoratendríamoshoraymediamuybuenaparahacerloperoyanoesnecesariocreoque acertasteapesardetodo...―respondió Doña Marta Palacios. ―Bueno, está bien. Entonces, ¿comemos nosotros? ―TodavíaesmuyprontohijoahoravendráCarolinayovoyaesperarlanomevacomercadaunoporsulado prefierocalentarlocuandovengatuhermanaquesinocomernosotrosdossolosesmuytristecuandosomos unafamilia... ―¡Jodeeeeeeeeeeeeeeeer! ―dijo Fran―. Bueno, está bien, esperaremos.
Y así madre e hijo sepusieron a ver la tele,
a leer y avanzar
diversas tareas durante
hora y media.
Empezaban a tenerhambre y Carolina no
llegaba.
―Tengohambrehijono
sécuantomáspuedetardar
tuhermanaperoestoy
decididaaesperarlanopuede tardarmuchoademásesttátodohechonohaynadaquepodamoshaceresperaremosagustoporqueellaviene ysomosfamilia...―dijo Doña Marta ―Yo sólo digo que le doy un cuarto de hora más. Si no viene pongo el arroz.Fran observaba nuevamente la paella rabiando de ver que la comida que había preparado sehabía quedado fría y seguramente peor de lo que podría estar. Por fin vino Carolina.
―Ayhijamenosmalquevienestehemosestadoesperandotenemoslacomidahechatúnoveníasperoahora vamosacomerlostresqueesunaalegríamuygrandetuhermanolohahechotodoparaquepudieracomerJuan yaestá hecho...―peroraba Doña Marta. ―No teníais que esperarme, mamá. Muchas gracias ―contestó Carolina―Bueno, lo dejaremos ahí. Voy a calentar el arroz ―dijo Fran pensando en poner por fin en la
mesa su creación.―¡Huy, arroz! Ya sabes que yo no como eso. Mejor me hago una tortilla.Eso desató definitivamente la ira de nuestro protagonista.
―¡Me cago en la leche puta! Cuando me puse a planificar la comida, podríais haberme dicho que
cada uno saldríais con una gilipollez. ¡Idos a la mierda! ―Fran, siempre ha sido así. Yo no como eso, es como harina ―continuó Carolina. ―¡He hecho una paella! El primero se ha do sin probarla vete a saber por qué, la segunda la ha
dejado enfriarla y la tercera es gilipollas. No dan ganas de haceros nada. ―Buenohijoyomelatomoponlaacalentaryaunquetuhermanaestátontayolatomaréquesomosfamilia ymuchomehjorestoquecomercadaunoporsuladotodosteloagradecemosmiraloquehaysabemosquelo hashechoconcariño... ―Pues la próxima vez os diré con cariño que os vayáis a tomar por culo ―sentenció Fran
comprobando cómo su arroz se había quedado frío e inservible.
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