miércoles, 1 de marzo de 2023

No hay salida

 


Fran repasaba mentalmente la lista de la compra que tenía que hacer: comida para la semana
entrante, gel de ducha, papel de todo tipo —del culo, kleenex, servilletas...—, guantes de fregar,
lavavajillas. Además estaba mirando si le quedaban suficientes bolsas de congelar y de basura.
Ya estaba todo listo pero tocaba hacer algo más. Abrió la nevera. Se quedó mirando el vacío
de la misma, No apetecía. Se iría a la compra. Pero entonces tendría que guardar la compra y
sería mucho más difícil. Cogió la botella de gaseosa, se sirvió un vaso, se lo tomó, y ahí seguía
la tarea pendiente. Pensó en encargársela a Juan o a Carolina. No, ellos trabajaban. No quedaba
otra, había que armarse de paciencia y hacerlo. Se encaminó nuevamente a realizar aquella labor.
Bueno, no primero al baño. Se encaminó y después de mear se quedó un minuto más simplemente
pensando en que no quería, que aquello no era agradable. Cogió por pura desidia una botella de
un producto de limpieza y se dedicó a leerla. No, tendría que realizar aquella faena tan tediosa.
Había hecho la cama, había ordenado la ropa, limpiado bajo las camas... No había escapatoria,
el trabajito pendiente seguía ahí, amenazador. Se encaminó a la nevera pero yendo para allá vio
el guante del horno que tenía una quemadura enorme en los dedos. Meditó sobre el color del
mismo, el dibujo, bajar a los chinos de la esquina a comprar otro antes de hacer aquel recado
tan molesto y poco agradable... Sí, eso sería lo que haría. ¡Un momento! ¿En serio? ¿Bajar
ahora al chino y luego a hacer sus compras? Parecía absurdo. Que no, Fran, que no había
escapatoria. No tenía más remedio que cumplir aquella penosa obligación. Allí se encaminó de
nuevo nuestro protagonista y en la ventana de la cocina encontró a un gorrión. Qué bonito, la
naturaleza está aquí a la vuelta de la esquina. ¿La naturaleza? Es verdad, no había regado la planta.
Tocaba. Qué placentero era aquello, si parecía que el vegetal se lo agradecía y todo. Pero ya estaba
hecho. Fran cogió un estropajo y un paño, y se encaminó a la nevera.

He buscado todas las excusas posibles —pensó—. Pues nada, hay que limpiarla, que se echa el
tiempo encima. 


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