—Parecementira
hijocómohas
dejadopasar
variosdías
ynolas
cogías
vamosahora
quetienesquecogerlas deunavezyonosécómosetepuedeolvidaresositeloponesenlosojosyomeacuerdonosécuantoharáquete llamaronperotúnoibas...—peroraba Doña Marta Palacios a nuestro protagonista. —Es que no llevo tampoco siempre las lentillas, mamá. Y me quedaba un par. —Yademásselasdejamosadeberesraroquenonoshayandadountoquecuandoquerráncobrarmenosmal queenestaçopticasondeconfianzahijoqueenotranonoshubierandejadoyademástendríasquellevartúla cuentadetuscosas...Las lentillas eran uno de esos gastos ineludibles una o dos veces al año con los que uno casi nunca
contaba, de ahí que si no te los recordaban fuera muy fácil olvidarse. Nuestro protagonista llevaba
varias semanas con la reserva caducada en los que había acudido a su óptica de confianza a
conseguir reemplazo. Pero como había disfrutado unos días libres de trabajo y había dejado
descansar sus ojos lo había olvidado. Además de que aún le quedaban una caja o dos.
—Son 76 euros —dijo la dependienta. —Aquí tiene —respondió nuestro protagonista y pagó.Fran observó la bolsa donde venía el pedido. Todo estaba en su lugar. Él y Doña Marta seencaminaron a la calle.
—Ahoraaversitelasponesnopuedesdejarpasartantotiempoantesdehacerlascosasyaversitellamandel trabajoquetienesqueestrenarlasyaquelashemospagadoquesirvandealgoqueparecementiracomote descuidas... —Aún puedo trabajar dos días sin llevarlas, mamá. Pero sí, esto es una muestra de que llevo tiempo
sin curro. Habrá que espabilar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario