—Es tu sueño. Nopodría haber
mejor momento
—comentó
nuestro protagonista
a Juan.
—Todos sabemoscómo va esto,
se la quedará algún amigo del alcalde.
La Cuesta de Moyano era como se conocía en Madrid a una serie de puestos de venta de libros,
habitualmente de piezas antiguas o incluso descatalogadas, situadas en una calle cercanaal Retiro que hacía pendiente desde una de sus puertas al Paseo del Prado. Era una
parada habitual de cualquier lector habitante de la ciudad de nuestros protagonistas y,
por supuesto, de los dos hermanos. Según las últimas noticias casetas que llevaban
cuarenta años vacías iban a salir a concurso. Fran recordaba que alguna vez su hermano
había comentado cómo le gustaría trabajar ahí.
—Se ve que es una concesión municipal, ya habrá que informarse.
—Pero no tenemos pasta, Fran. —Imagínate tu propio puesto de tebeos, libros de historia... —Sí, no me lo digas, que me da más rabia.Unas horas después los dos hermanos se encontraron con que cierta parada del metro deMadrid llevaba publicidad colgada de su cartel anunciador.
—Eso acabará pasando, que se las pillará alguna gran empresa y a convertirán en librería
industrial —comentó Juan. —Pues otro motivo para pillarla. —Como nosotros tengamos que salvar la cultura del capitalismo mal vamos, Fran. —De momento hacemos lo que podemos, comprar en tiendas tradicionales o coger de bibliotecas. —Ojalá cundiera el ejemplo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario