—Bueno, ¿qué
opinas? —preguntó
Juan Gordal
mostrando
el arreglo
que con
pegamento
y celo había hecho de uno de los posters que tapizaban su cuarto—. ¿Ha quedado bien o
no?Fran no se atrevía a decir la verdad, pero era evidente que aquel cartel de Solaris había
quedado completamente inutilizado. Optó por otra solución:
—¿No preferirías un cartel con otro tema u otra película? Ya lo ves cuando estamos en las
tiendas, hay mucho donde elegir. —¿Pero no lo ves? Es que se le había caído u trozo y todo y lo he dejado como nuevo. No
puedo cambiarlo. Estoy orgullosísimo y querrás tú poner cualquier mierda de la Marvel. —No, Óscar, pero por ejemplo posters de pelis de acción de las que me gustan a mí de antes
o de Van Damme podrías poner. —Déjate de esas tonterías. El héroe de verdad soy yo después de haber arreglado esto.Nuestro protagonista vio que había algo más que un simple asunto con la decoración del
cuarto. Aquella «reparación» era un motivo de orgullo para Juan que no podía ser
despreciado. Le propuso otra cosa:
—Podrías hacerte tú una foto con tu obra y convertirla en un póster. —Eso sería absurdo, cuando ya tengo aquí mi obra expuesta y a la vista de todos. —Bueno, pues enséñale a la Coralia tu reparación, si quieres. Desde luego te has fabricado
algo completamente personal que nadie más tendrá. —Exactamente, porque merchandising industrial cualquiera puede conseguirlo. Esto lo he
hecho yo mismo. —Eso es verdad. Es tan personal que no tienes ni por qué enseñárselo a nadie más que a ti
mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario