-¡¿Dónde está mi cóleo?! -preguntó airadamente Doña Marta-. ¡No hay derecho a cómo tratáis a mis
plantas, canallas! ¡Claro, como ellas no pueden defenderse...!
-Mamá, sólo me acerco a tus floripondios cuando hay que poner la mesa y es necesario llevárselos.
-¡No las llames floripondios, que te pego una leche!
Doña Marta, como muchas mujeres de su edad, era aficionada a la jardinería y el cuidado de plantas.
Pero siempre las tenía sobre la mesa del comedor, y para poner los cubiertos había que moverlas. Como
quiera que ya iban siendo muchas, a veces era difícil acomodarlas en otro sitio, por lo que alguna se
perdía. Ella no lo soportaba, sobre todo desde que una de ellas sufrió un rasguño en una hoja.
-¡Sois monstruos, os lleváis todo, mis periódicos, mis plantas!
-Mamá, lo encontraremos. No hay que ser tan tremendista.
-¡Encima tremendista, pero el pobre cóleo sigue perdido! Y Diez el otro día escarbó en la tierra del
potos, que no se lo cargó de milagro. ¡Quitaté que no quiero verte!
Fran se retiró a su cuarto y... ¡Sí!¡Apareció el cóleo! En una cornisa en el cuarto de nuestro
protagonista.
-Bueno, ya está todo. ¿Ves cómo no había para tanto?
-¡Ay, hijo! ¡Qué alegría! Pero ahora voy a entrar en tucuartoa ver qué mas hay. Seguro que está ahí mi
radio, mis revistas...
-Mamá, que no, que eso no he podido llevarlo yo, como la planta..
-¡Quítate que eche un vistazo!
Pasaron dos horas con Doña Marta Revolviendo todas las estanterías y cajones del cuarto de nuestro
héroe.
-¿Mamá, puedo acostarme ya?
-Noporqueyonopuedoirmesinencontrarmiscosasperdidasqueyaveoqueaparecensiempreenelmismo
sitioyaunquemequieroiradormirtengoquemirarlo...
-¡Dios, lo que va a provocar la mierda del floripndio!
-Quenohablesasíotepegounalechemisplantassonmias...
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