Mientras esperaba aquel autobús, Fran observaba el cartel de la nueva película franquicia de ese verano,
Los Minion. Aquellos seres de número variable de ojos, amarillos y cilíndricos, aunque lo
suficientemente individualizados entre sí para distinguirse unos de otros habían sorprendido como
secundarios en otras películas de animación, y en pleno auge de las franquicias cinematográficas, estaba
cantado que tendrían película propia. Aquel verano, casi todo lo que había en cartelera eran grandes
franquicias comerciales, ya sea de nuevo cuño, como aquella, o recuperadas de los 80, como Terminator.
Fran repasaba las que volvían y casi todas las de los 80 y 90 tenían su hueco ya en la cartelera. Realmente,
se había recuperado todo el viejo cine que le hizo disfrutar tanto, aunque a veces se echaban en falta
novedades. Y entonces apareció aquella chica. Llevaba una bicicleta de estas con una caja para poner
carga detrás del sillín, y en ella asomaba... Un muñeco de Gizmo, el primero de los Gremmlins, otra
película de los 80 de factoría Spielberg. Y fran se dio cuenta de que los Gremmlins eran entre sí tan
semejantes pero a la vez distinguibles como los minion, que habían reventado la taquilla como Parque
Jurásico o Terminator, que dieron para dos película muy conocidas... Y sorprendentemente aún nadie
había recuperado aquel verano la franquicia. Sí, aquella debía ser la única criatur del cine de
entretenimiento ochentero que no volvía, aunque alguna muestra de ellos se veía por la calle, como la de
aquella chica. Y se dijo nuestro héroe, que no siempre era tan sencillo como quería venderse el reventar
la taquilla, el hacer cine de éxito. Una pregunta quedó flotando en su mente: ¿qué habría podido llevar al
abandono de una de las criaturas cinematográficas más famosas, cuando todas sus coetáneas volvían?
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