miércoles, 15 de julio de 2015

Un enano negro en verano.

 - Está fundido el pobre. Ten en cuenta que a nosotros
 el calor nos molesta, pero él es pequeño negro
 y peludo -dijo Fran sobre Diez.
 -De todas maneras no creo que tu idea sea buena.

 Juan discutía una ocurrencia de su hermano, que se 
resumía en que Diez lo que necesitaba era una 
ducha fría. Después de salir con sus  lanas y todo el sol
 que había absorbido, Diez jadeaba como pocas
 veces y parecía incluso a punto de la hipertermia. 
Nuestro hombre había leído que se aconsejaba meteren agua fría hasta a los  niños pequeños en esos
 casos. Un animal tan pequeño lo necesitaría. Pero Diez no se dejaba coger.

 -Parece que está de acuerdo conmigo ¿eh? -dijo Juan.
 -Pues ya ves, solo con pensarlo se ha recuperado hasta el punto de poder revolverse para evitarlo.

 Fran puso al perro bajo la ducha, y lo mojó por todas partes con el chorro más frío que pudo. El perro
 se resistió, pero no obstante luego salío moviendo la cola y todo el cuerpo, parecía otro.

 -Ahora le pondré un bebedero con hielos bien frío.

 Diez se puso a beber frenéticamente y tenía cara de felicidad. Fran supuso que habría ganado ya la 
confrontación anterior, pero Juan no daba su brazo a torcer:

-De todas formas, no ha sido cómodo para él. Lo que hay que hacer es volver a esquilarle. -Pues se quejaba más de que lo esquilasen que de la ducha. 
Mañana mismo te quiero ver con la maquinilla y la tijera.
 -Pues seguro que eso hace más que tú ducha.
 -Bien, pero mira.

 Fran apareció con los útiles de esquilar a Diez y este 
empezó de nuevo a gruñir.

 -¡Lo que pasa es que tú eres un burro que le haces daño!
 -Tienes respuesta para todo, tú.

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