"Me alegra saludarle, Jonah. Le tengo un poco de miedo."(Nelson Mandela al saludar como presidente del país organizador a los jugadores de ambas selecciones finalistas de la Copa del Mundo de Rugby de 1995)
Unos
días después de un salvaje atentado terrorista en una ciudad que
nuestro protagonista había visitado hace años y seguía recordando
vivamente (en algún momento debería volver, pensaba siempre), la
saturación de información sobre este acto tan miserable le llevaba
a consultar continuamente la actualidad deportiva en busca de
diversión o evasión. Pero esta búsqueda también le dejó una
noticia luctuosa. Una noticia que además, se preguntaba si alguien
más sentiría en su país, que era uno de los que menos seguían el
noble del rugby: Jonah Lomu, el mítico ala de la selección
neozelandesa, nos había dejado a los cuarenta años a consecuencia
de una recaída en su enfermedad de riñón. Y encima, de éste si
que conocía nuestro héroe parte de su vida, de su trayectoria, de
su calidad humana y de cómo siempre hasta su prematuro fallecimiento
había intentado que su caso ayudara a los enfermos y transplantados
de riñón, no como las víctimas del atentado, sin duda con derecho
a la vida, pero de las que nada sabía salvo su bárbaro asesinato.
El mismo hecho de que Manolo Lama y otros deportistas periodísticos
hablasen de su muerte ya era una pista de su importancia y de cómo
había trascendido a otros ámbitos, dado que por el abandono que el
rugby padecía en el país de nuestro héroe, era sumamente extraño
que se hablase de ningún jugador. Lo único que parecía saber la
gente, es que precisamente los All
Blacks,
los Kiwis,
la selección de Nueva Zelanda, los de Lomu hacían una danza
guerrera de los maoríes antes de sus partidos.
-Todos
esos golpes y esa corpulencia no son buenos, Fran -le dijo Juan
Gordal.
-Eso
es el topicazo, Lomu estaba bien salvo por una enfermedad que no
guarda ninguna relación con su actuvidad.
-En
todo caso, una semana luctuosa ¿verdad?
-Pues
sí, a ver si al menos me toca la quiniela.
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