-No,
yo no la cojo, quieron que llegue a vieja -dijo nuestro héroe a su
primo Felipe.
-¿Por
qué no? -preguntó Doña Marta Palacios-. Si es una niña preciosa y
es muy buena, está siempre despierta y atenta, y no llora.
La
visita de la tía Clara con el primo Felipe y su mujer Miriam tenía
dos grandes puntos de interés: la ausencia del hermano mayor de
este, el primo Mario con el que nuestro heroe se escribía
semanalmente, y la pequeña Marimar, el último miembro de la familia
Gordal Palacios. Aunuqe viniendo de una rama más lejana tenía otros
apellidos, no dejaba de ser una sobrina lejana de nuestro
protagonista y sus hermanos.
-Ya
ves, esta niña es lo que Carol y Alvarito no son capaces de traerme.
La
pequeña hizo un gesto e intentó agarrar y pañuelo que Doña Marta
palacios llevaba en la mano.
-Con
mi madre parece que se lleva muy bien -añadió nuestro protagonista.
-¿Pero
no duerme nunca? -preguntó Juan Gordal.
-¿Cómo
se va a dormir? ¿No ves cómo observa? -dijo Doña Marta Palacios-.
¿No quieres agarrarla tú? Te está mirando.
-No,
yo como Fran, soy muy manazas y la voy a desgraciar
-Pues
yo sí, déjamela -dijo Carolina.
Paradójicamente
Carolina era la que más simpatizaba con la niña, y la que más
carantoñas le había hecho. Con la sonrisa de ésta permanentemente
en su pequeña boca.
-Tienes
que conseguirnos una -dijo Fran.
-Pero
si ni siquier vas a ser capaz de agarrarla.
-En
eso tiene razón, Fran -le dijo Doña Marta-. Mira, siéntate en este
sofá que es blamndo y no hay peligro
-O
no vuelvas a pedir un sobrino.
Ante
tal insistencia y argumento, nuestro protagonista cedió. Se sentó
dió un amplio respiro conteniendo su ansiedad, y la pequeña Marimar
llegó sobre sus rodillas. La niña sehuía observando todo muy
atenta, pero nuestro protagonista temblaba. Aunque pasados dos
minutos fue capaz de dominarse a sí mismo y sonreírla. Y de golpe
se sintió muy bien, durante dos minutos estaba muy a gusto con su
pequeña sobrina (lejana).
-La
verdad que es cierto que los niños pequeños dan alegría y
felicidad.
-¿Ves?
Ahora no querrás dejarla.
-No,
Juan y yo hemos decidido convertirla en luchadora de artes marciales
mixtas -dijo nuestro protagonista recordando sus frecuentes
conversaciones con su hermano sobre lo mucho que les había
sorprendido la calidad de los combates femeninos de este deporte. La
niña, por primera vez, torció el gesto y lloró brevemente.
-Te
ha dicho que no, Fran -intervino Alvarito.
-Espero
que sea eso y no que ya la haya escoñado.
-No,
¿ves? Ya vuelve a reírse.
-Pero
si no quiere ser luchadora, me ha chafado un poco. En fin, primo
cuidadla, y a ver si el primo Mario también la disfruta en el
futuro, que para él si es su sobrina.
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