jueves, 12 de noviembre de 2015

Bolsas olvidadas.

Fran no podía creerlo. Ahí, a punto de ducharse, había encontrado un viejo pijama, pero aún en buenas condiciones que llevaba meses buscando. Estaba en unas bolsas de plástico entre una esquina de la bañera y la pared. Hizo memoria: hacía cierto tiempo en el fregadero de la cocina se había picado una cañería. La ropa que estaba en el armario inferior esperando para lavarse corría riesgo de empaparse y corromperse, por lo que la familia Gordal Palacios la había metido en dos bolsas, que seguían apartadas donde entonces las habían llevado. Y nadie había vuelto a acordarse de ellas, llevaban ahí meses. Tanto Fran, como Doña Marta Palacios como Juan las habían ya asumido como algo normal en el cuarto de baño. El caso, pensó, es que si ahora había aparecido ese pijama allí, ¿qué más llevaría meses en las bolsas sin que nadie se preocupase de ello? Decidió hacer un experimento. Esperó, y tal como había supuesto, al día siguiente, Doña marta quería unos calcetines que no encontraba:

-¿Has mirado en la bolsa del baño? -preguntó Fran.
-Hijoahoranopuedometengoqueiratodalechenecesitounoscalcetinesyesasbolsashayquequitarlaspero
llevarátiempo...

Una respuesta en clave de Doña Marta cuando le agarraban las prisas. Poco después Juan se quejaba de no tener unos pantalones para vestirse y nuestro protagonista le sugirió que mirase en las bolsas.

-¡Pareces tonto, salir ahora con esas! ¿Te crees que estoy para mirar allí cuando tenemos que irnos ya con Diez?
-En fin -respondió Fran-, ya veo que no os importa ni a tu madre ni a ti tener ropa que es como si no estuviese y bolsas de basura desparramadas en el baño.

Nuestro protagonista miró después en la bolsa: varias prendas interiores de toda la familia, dos pantalones que no reconoció y que atribuyó a Juan, sábanas, blusas de Doña Marta y... ¡50 euros en un billete! Estaba empapado, pero con dejarlo al aire secó y era dinero tan válido como cualquier otro. Luego, viendo que ninguna de las prendas estaba en condiciones de ser utilizadas, las devolvió a su emplazamiento original para que se lavasen. Nadie dijo nada. Luego un día, Doña Marta hizo colada:

-¡Cuanta ropa! ¿De donde ha salido?
-Es de las bolsas que había en el baño, mamá-explicó Fran-. Busqué en ellas y había todo eso.
-¡¿Y te parece bien deshacerlas sin decir nada?! Ahora hay para dos lavadoras no para una. Has destrozado todo mi plan para esta tarde.

Después de recibir esta bronca Fran, renunció a entender a su madre y su hermano. La próxima vez que se apartasen cosas por arreglo, algo muy normal en todas las casas él lo gestionaría. ¡Y a lo mejor, como ahora, hasta ganaba 50 euros que nadie reclamaba!

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