Fran
no podía creerlo. Ahí, a punto de ducharse, había encontrado un
viejo pijama, pero aún en buenas condiciones que llevaba meses
buscando. Estaba en unas bolsas de plástico entre una esquina de la
bañera y la pared. Hizo memoria: hacía cierto tiempo en el
fregadero de la cocina se había picado una cañería. La ropa que
estaba en el armario inferior esperando para lavarse corría riesgo
de empaparse y corromperse, por lo que la familia Gordal Palacios la
había metido en dos bolsas, que seguían apartadas donde entonces
las habían llevado. Y nadie había vuelto a acordarse de ellas,
llevaban ahí meses. Tanto Fran, como Doña Marta Palacios como Juan
las habían ya asumido como algo normal en el cuarto de baño. El
caso, pensó, es que si ahora había aparecido ese pijama allí, ¿qué
más llevaría meses en las bolsas sin que nadie se preocupase de
ello? Decidió hacer un experimento. Esperó, y tal como había
supuesto, al día siguiente, Doña marta quería unos calcetines que
no encontraba:
-¿Has
mirado en la bolsa del baño? -preguntó Fran.
-Hijoahoranopuedometengoqueiratodalechenecesitounoscalcetinesyesasbolsashayquequitarlaspero
llevarátiempo...
Una
respuesta en clave de Doña Marta cuando le agarraban las prisas.
Poco después Juan se quejaba de no tener unos pantalones para
vestirse y nuestro protagonista le sugirió que mirase en las bolsas.
-¡Pareces
tonto, salir ahora con esas! ¿Te crees que estoy para mirar allí
cuando tenemos que irnos ya con Diez?
-En
fin -respondió Fran-, ya veo que no os importa ni a tu madre ni a
ti tener ropa que es como si no estuviese y bolsas de basura
desparramadas en el baño.
Nuestro
protagonista miró después en la bolsa: varias prendas interiores de
toda la familia, dos pantalones que no reconoció y que atribuyó a
Juan, sábanas, blusas de Doña Marta y... ¡50 euros en un billete!
Estaba empapado, pero con dejarlo al aire secó y era dinero tan
válido como cualquier otro. Luego, viendo que ninguna de las prendas
estaba en condiciones de ser utilizadas, las devolvió a su
emplazamiento original para que se lavasen. Nadie dijo nada. Luego un
día, Doña Marta hizo colada:
-¡Cuanta
ropa! ¿De donde ha salido?
-Es
de las bolsas que había en el baño, mamá-explicó Fran-. Busqué
en ellas y había todo eso.
-¡¿Y
te parece bien deshacerlas sin decir nada?! Ahora hay para dos
lavadoras no para una. Has destrozado todo mi plan para esta tarde.
Después
de recibir esta bronca Fran, renunció a entender a su madre y su
hermano. La próxima vez que se apartasen cosas por arreglo, algo muy
normal en todas las casas él lo gestionaría. ¡Y a lo mejor, como
ahora, hasta ganaba 50 euros que nadie reclamaba!
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