-¿Cómo
que no las tienen hasta mañana? Siempre que he ido yo las tenían en
el momento.
-Pues
ya ves hijo, hoy no.
Aquella
noticia que Doña Marta Palacios dio a nuestro héroe implicaba que
esa noche no tenía sus gafas. El problema del tornillito que sujeta
las patillas es una carga que seguramente conocerá bien todo miope o
hipermétrope. De vez en cuando se suelta, quedando las gafas
pendientes de un lado sobre la nariz. Las ópticas solían arreglarlo
de forma gratuita y en el momento, pero en este caso no fue así.
Nuestro protagonista, que solía usar unicamente en casa sus gafas,
confiando usualmente en las lentillas, no podría en principio ver la
televisión ni leer nada hasta que se acostase. Pero no, tiempo atrás
tuvo la recaución de encargar unas gafas de repuesto. En realidad
eran los cristales de unas gafas cuya montura se rompió encajadas
como buenamente se pudo en una montura diferente. Esto le permitía
siempre poder hacer su vida con comodidad, pero esas gafas tenían un
problema: Al ser cristales pensados para otra montura y encajadas en
una de pasta deformada por el calor, se habían quedado con una
estructura superior que hacía que la ara de encima de los cristales
pareciese un ángulo obtuso con la punta hacia arriba.
Consecuentemente, le daban una expresión muy extraña que quienes la
veían describían como de esos perros con la cara triste, como los
basset hound. Por ello a Fran no le gustaba llevarlas y procuraba no
salir de casa con ellas. Y su Juan no le ayudaba precisamente a pasar
el trago:
-Hazte
un selfie con ellas, que Carolina las vea.
-¡Y
una polla como un cuello! En cuanto tenga pasta encargaré otras
lupas. Estas no me valen ya ni para casa.
-Hombre,
teniendo repuesto para qué vas a gastar más. Venga dame tu cámara.
-Ni
se te ocurra, cabrón.
-Mira,
hasta Diez va a verte, no te reconoce. Igual te toma por un basset.
Por favor, déjam una foto.
-Que
no me da la gana hacer de payaso triste para ti. No me hagas estas
horas hasta que abra la óptica más difíciles.
-Fran,
hijo, eres muy intransigente. Si estás graciosísimo. Yo quiero que
me hagas una foto grande así par ponerla en mi carpeta -dijo Doña
Marta.
-¡No
me da la gana y menos con el argumento de que estoy graciosísimo!
Estoy hasto de imprimirte fotos.
-Te
faltan las orejas y podrías pasar por un hombre perro.
-¡Vete
a la mierda! Y qué despacio pasa el tiempo cuando uno quiere. Voy a
estar contando los minutos hasta que abra la óptica.
-Pues
quedan diez horas, Fran.
-Suerte
que pasaré ocho de ellas durmiendo.
-O
igual aullas a la luna, como hacen a veces los perros.
-
En cualquier caso va a ser una laaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaarga noche.
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