-¿Otra vez qué?
Preguntó Juan.
-Pues otra vez que me
llamn los alumnos de mamá, o mejor las alumnas, casi todas son niñas
preguntando por sus notas. ¡Vuestra manía de no querer móvil y dar
el mío!
Juan soltó una risotada
y observó el mensaje, un mensaje de Whatsapp que solo podía haber
escrito una niña de 15 años:
“Hola, seño Por
favor dígame mi nota porque estudié mucho y lo estoy pasando muy
mal. Llevo unos días qu no como ni duermo, y mi madre está muy
nerviosa esperándolas. Porfa, no me haga esperar más”
Un emoticono de nervios
cerraba este párrafo.
-Bueno, todos hemos
pasado por eso.
-Una mierda, yo no llamé
a mis profesores nunca, y si lo hacía hablaba con ellos, no con
otrra persona. ¡Que hace muy mal efecto que un hombre de 3o y tantos
años tenga el móvil lleno de mensajes de menores de edad!
-Bueno, nadie va a
espiarte el móvil.
-Faltaría más. Tengo
todo lleno de perfiles de quinceañeras tipo manga.
-A muchos eso les haría
ilusión. De verdad no entiendo de que te quejas.
Entonces el móvil
volvió a sonar. Fran, resignado, cogió otra vez el móvil:
-Buenas -dijo unma voz
de hombre-. Preguntaba por Doña Marta Palacios Cruz.
-Es mi madre ¿de parte
de quién?
-Bueno, soy el
ginecólogo que y tengo los datos de su revisión, pero si no le
importa los hablaré con ella ¿vale?
-De acuerdo. Le diré
que le llame.
Fran colgó el móvil y
explicó a su hermano quién era y el mensaje.
-Vale, y empiezo a
entender por qué no te gusta eso.
-Pues aver si entráis
de una vez en el siglo XXI que por tu parte también me llaman
editores, de bibliotecas cuando te retrasas y demás bichería.
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