lunes, 22 de mayo de 2017

Mensajes ajenos y vergüenza propia.

-¡Otra vez ! -djo nuestro protagonista cuando le llegó aquel mensaje.
-¿Otra vez qué? Preguntó Juan.
-Pues otra vez que me llamn los alumnos de mamá, o mejor las alumnas, casi todas son niñas preguntando por sus notas. ¡Vuestra manía de no querer móvil y dar el mío!
Juan soltó una risotada y observó el mensaje, un mensaje de Whatsapp que solo podía haber escrito una niña de 15 años:

Hola, seño Por favor dígame mi nota porque estudié mucho y lo estoy pasando muy mal. Llevo unos días qu no como ni duermo, y mi madre está muy nerviosa esperándolas. Porfa, no me haga esperar más”

Un emoticono de nervios cerraba este párrafo.

-Bueno, todos hemos pasado por eso.
-Una mierda, yo no llamé a mis profesores nunca, y si lo hacía hablaba con ellos, no con otrra persona. ¡Que hace muy mal efecto que un hombre de 3o y tantos años tenga el móvil lleno de mensajes de menores de edad!
-Bueno, nadie va a espiarte el móvil.
-Faltaría más. Tengo todo lleno de perfiles de quinceañeras tipo manga.
-A muchos eso les haría ilusión. De verdad no entiendo de que te quejas.



Entonces el móvil volvió a sonar. Fran, resignado, cogió otra vez el móvil:

-Buenas -dijo unma voz de hombre-. Preguntaba por Doña Marta Palacios Cruz.
-Es mi madre ¿de parte de quién?
-Bueno, soy el ginecólogo que y tengo los datos de su revisión, pero si no le importa los hablaré con ella ¿vale?
-De acuerdo. Le diré que le llame.

Fran colgó el móvil y explicó a su hermano quién era y el mensaje.

-Vale, y empiezo a entender por qué no te gusta eso.
-Pues aver si entráis de una vez en el siglo XXI que por tu parte también me llaman editores, de bibliotecas cuando te retrasas y demás bichería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario