-No me puedo creer que tú estés
jugando a eso -dijo Juan Gordal viendo a su hermano cargar en el
ordenador un juego del mítico Spectrum.
-Joder, es La Abadía del Crimen.
Un juego mítico que hay que conocer.
-Mira que tenéis manía los de
vuestra edad de meter los videojuegos en el campo de la cultura.
Esto último era, en efecto,
discutible, pero si hay un jugo que esté cerca de ese campo era sin
duda La Abadía. Pretendía llevar al los jugadores a vivir la
aventura de Fray Guillermo de Barkerville y Adso de Melk que retrató
en El Nombre de la Rosa Umberto Eco. Con un mapeado impropio
de la ´poca de los 8 bits y una mecánica donde darle al coco era
tan importante como jugar bien había pasado a la historia de los
videojuegos sobre todo en España. Pero esta mecánica fu
precisamente lo que más se le atragantó a nuestro protagonista. Y
no por obligarle a pensar. Un semana después de su glorioso
descubrimiento, Juan le preguntó si ya se lo había pasado:
-No me he pasado la primera pantalla,
hermano.
-Joder, pero si ahora hay guías,
mapas... No me puedo creer que estés ahí.
-Pero si ese no es el problema, el
problema es que no hay Cristo que mueva bien a los personajes con el
control del Spectrum.
-Si estás usando un ordenaor de
ahora.
-¿Y qué te crees? Reproduce los
mismos controles. ¿Cómo hacíais para jugar aquello?
-Oye, que yo no tuve el Spctrum.
Tú sí tuviste consolas.
-O sea, eres más tonto que algunos
monos a los que enseñaron a manejar apratos.
-Pero tú ya sabías. Te cambian el
aparatito y ni jugar puedes.
-Bueno, será cuestión de seguir.
Pero no entiendo cómo con estos controles los videojuegos pudieron
cuajar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario