-Tú nunca te enteras de nada -le
reprochó Juan haciendo esfuerzos por que nadie le oyera
-Bueno, luego me lo dirás.
Unos veinte minutos después los dos
hermanos se dirigieron a casa y Juan le explicó:
-Es que esa chica tan mona del
flequillito que había a mi izquierda estaba hablando de otra y creo
que ha dicho que era más lesbiana que un tarro de almejas. La
expresión me ha hecho gracia.
-Bueno, sí, pero creo que es una
suerte que la haya dicho una chica, porque la decimos tú o yo y nos
pondrían de machistas recalcitrantes.
-No creo que tanto.
Fran alzó la vista y comprobó que
justo delante de él estaba la chica que compartía mesa con la que
había provocado las risas de Juan.
-Pues ahora si quieres se lo explicas,
dile que te has reído mucho con lo que ha dicho su amiga.
-¡Joder! ¿No puedes callarte un
poco?
El grito de Juan alertó a la muchacha
que preguntó:
-¿Vosotros no estabais en el bar de
antes? ¿Qué no queríais que oyera?
-Pu... pues... que tu amiga...
-tartamudeó Juan
-Joder, ya os vale a los tíos, qué
cotillas sois. Y luego decís de nosotras.
Cuando el semáforo se puso verde,
aquella chavala se alejó definitivamente de los dos hermanos.
-Bueno, Juan. Puedes elegir.
¿Prefieres pasar por machista o por fisgón?
-Tú en cambio siempre pasarás por
notas y tontol´haba.
-No te enfades el hecho de que vayas
pegando las orejas a las mozas...
-Ya vale, que encima me toca siempre
pagar el pato de tu indiscreción.
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