miércoles, 5 de septiembre de 2018

El cortito.

Aquella calle, como muchas de la ciudad donde vivía nuestro héroe estaba en obras. La anchura de la calle había quedado reducida en bastantes centímetros. Entre las vallas era dificil pasar, y cuando dos personas lo intentaban uno debía esperar. Entonces vino aquel hombre contrahecho, cejijunto y con evidentes signos de discapacidad psíquica. Fran le cedió el paso por aquel estrechamiento, y cuando esta persona ya había pasado, se dispuso a hacerlo nuestro héroe. Entonces, de improviso, aquel hombre dio un paso atrás y rozó la espalda de nuestro protagonista. Fue un roce mínimo, nadie hubiera reparado si quiera en él. O quizás una persona especial sí. Fran ni se dió por enterado, pero aquella persona empezó a gritar en un tono que casi rompía los cristales de las ventanas:

-¡Cuidado, joder! No se puede uno chocar por la calle con los demás.
-Lo siento, pero ya habíamos pasado...
-¡No, ya habíamos pasado no! Hay que estar atento.
-Bueno, lo siento, pero ya ha pasado...
-¡No, ya ha pasado no! Hay que mirar por donde va uno.


También podrías haberlo hecho tú en ese paso hacia atrás era lo primero que le venía a nuestro protagonista a la cabeza, pero no quería ponerse a reprochar en público a un discapacitado. Nuestro héroe intentó proseguir su camino, pero se dio cuenta de que varios otros transeúntes le miraban con una expresión mezcla de reproche y asombro. Parecía echarle en cara mentalmente un supuesto abuso sobre el contrahecho. Y cuando intentaba irse hacian gestos cada vez más ostensibles de desprecio. Y como aquel ser no dejaba de gritar cada vez se sumaban más desconocidos al corrillo. El colmo llegó cuando una de esas señoras que murmuran por lo bajo dijo:

-¡Vaya lección de educación e inteligencia te ha dado el cortito! Y qué valiente es , plantando cara a los que abusan de él.

Y a usted, pensaba para sí nuestro protagonista, que él al menos dice las tongterías a voces, no murmurando de forma rastrera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario