-¿Pero qué tienen aquí
? -dijo la Tía-. ¿Sólo monumentos?
-Sí, no suele venir
mucha gente.
El Panteón de hombres
ilustres de Atocha era uno de los monumentos más interesantes, pero
aparentemente menos vistados de la ciudad de Madrid. Durante el siglo
XIX, el siglo del nacionalismo, en el que se intentaban construir las
identidades nacionales de los diferentes países europeos, el de
nuestro protagonista tuvo la idea de reunir en un gran panteón a las
figuras de su historia. Tras muchos avatares históricos, al fin, en
1891, se empezó a construir cerca del convento de nuestra señora de
Atocha el proyecto del arquitecto Fernando Arbós y Tremanti . Aunque
la idea inicial quedó muy devaluada, lo cierto es que el bonito
edifico neobizantino acoge los restos de varios políticos
importantes del siglo XIX y principios del XX como Cánovas del
Castillo, José Canalejas, o Agustín Argüelles. La tía y nuestro
protagonista habían entrado de casualidad, y eran los únicos en
pasearse entre los monumentos funerarios. Sólo una señora de la
limpieza fregando, y aquel conserje rompían la soledad de los
ilustres enterrados.
-¿Y ese conserje, si la
entrada es gratuita, qué pinta aquí? -dijo nuestro protagonista.
-Pues vigilará que
nadie rompa nada.
-La verdad, tiene un
trabajo envidiable.
-No sé, Fran. Son
muchas horas solo entre muertos, aunque sean ilustres.
-Bueno, también está
la señora de la limpieza.
-Pues ya ves. ¿Quieres
pasarte la vida limpiando y leyendo el Marca?
-Me gustaría, y además
daría tiempo para estudiar y aprender cosas. Por no hablar de la
inspiración de tantos personajes ilustres.
-Bueno, si eres capaz de
soportar vivir todos los días entre muertos...
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