-Bueno, Fran, vamos a hacer nuestros
ejercicios.
-Sí, Juan. Hay que ver, ya se va
notando, ya cada vez me canso menos.
-Es verdad, habrá que meter más
caña, aunque también dependemos de un horario.
De modo que los dos hermanos
comenzaron su rutina de ejercicios, sudaban y resoplaban, pero de
modo agradable. Estaban a punto de pasar al la rutina de abdominales,
cuando Doña Marta Palacios les interrumpió:
-Oyequeyotengoquepasaramicuartoporquenohesacadomiropaytengoquevestirmequemevoyalteatro
conmihermananecesitoponermeguapaporqueconmihermanasiempredesentonoyademásnecesitolas
zapatillas...
Los dos hermanos se quedaron
estupefactos, ya que Doña Marta había estado una hora y media dando
vueltas por el pasillo antes de que se pusieran:
-Pero si dijiste que ya habías
terminado -dijo nuestro protagonista.
-Habíaterminadoenmicuartoperonomehabíavestidoademñashoynoescomootrosdíasquesolotengoque
sacarlaszapatillashoytengoquevestirmedeltodoporquetengoqueponermeguapayaoshedichoqueenel
teatrohayqueirbien...
-Bueno, pasa .dijo Juan-. Pero por
favor no tardes.
-Notardaréhijosenunminutomehevestidoaversiluegopodéisseguiryosoylaprimeraquequiereacabar
cuantoantesporquetengounahorafijaqueelteatroesunespectáculodondehayqueestarpuntualdesdeluego
yonoquierointerrumpiros...
-Pues pasa y a ver si es verdad.
Doña Marta seguramente corrió todo
lo que podía, pero los cierto es que pasaron más de treinta y cinco
minutos, y Doña Marta seguía ahí:
-¿Falta mucho , mamá? Nos estamos
quedando fríos.
-Deverdadqueahoraacabohijosperoesquesolotengodosmanosyosoylaprimeraquequiereacabarcuanto
anteshoyyaoshedichoqueesmáscomplejodelohabitualperoesparaelteatroquetambiéntienesuhorayhay
quevestirsebien...
-Bueno, tú sigue y a ver si acabas.
El reloj siguió corriendo: diez
minutos más, quince...
-Mamá. ¿Cómo va eso?
-Miraahorayacasiestácreoquepuedosalirmepongoelpintalabiosfuerayalotengolosientomuchohijosya
mevoyosdejoporquemeparecéisadmirablessiempreestáisentrenándoosytenéisunafuerzadevoluntad
tremenda...
-Bueno seguimos.
Los hermanos reanudaron el
entrenamiento, pero lo cierto es que se habían enfriado, y parecía
mucho más difícil reanudar la rutina.
-Bueno, por lo menos ya hemos llegado
a las flexiones.
-Sí, pero cuesta lo suyo.
Entonces llamaron por el teléfono, y
ambos hermanos tuvieron que volver a parar:
-Juanquequierenhablarcontigonoséquienesperodeberíasatenderleporquedicequeestasemanaquieren
salircontigoparecequesontusamigosnosécuántotiempohacequenolesvesaversicogesbienelrecado
porquesiempreestásaquí...
-Mamá, ahora no puedo.
-Peroesquemehaninsistidomuchoaverquélesdigoyademásestoydeacuerdonuncaquiereshacernada
esimposiblehacercasinadacontigocuandosiemprehassidoamableysalíascongenteahoraparecequehacesporencerrarte...
-Bueno, ahora voy -dijo Juan y de
nbuevo los dos hermanos se interrumpieron.
Esta vez fue menos, diez minutos, pero
de nuevo costó un triunfo ponerse en marcha. Los dos hermanos lo
comentaban.
-Joder, no puedo ir porque el día me
viene mal. Pero la verdad es que piensan en mí.
-Bueno, a ver si acabamos.
Así siguieron hasta que en la parte
final de su rutina, con las pesas el teléfono volvió a sonar.
-No lo cojas, que se quede el número
y ahora llamamos -dijo Juan.
Así lo hicieron, y al acabar
devolvieron la llamada a la tía Clara, que quería información
sobre el horario de las parroquias de Madrid. Al acabar, Fran hizo
una reflexión:
-Pues no es por los ejhercicios, pero
tanta interrupción me ha cansado como hacía tiempo que no me
cansaba.
-Sí -dijo Juan-, desde luego las
condiciones también cuentan en un ejercicio. Pero lo hemos hecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario