jueves, 11 de octubre de 2018

Interrupciones,

-Bueno, Fran, vamos a hacer nuestros ejercicios.
-Sí, Juan. Hay que ver, ya se va notando, ya cada vez me canso menos.
-Es verdad, habrá que meter más caña, aunque también dependemos de un horario.

De modo que los dos hermanos comenzaron su rutina de ejercicios, sudaban y resoplaban, pero de modo agradable. Estaban a punto de pasar al la rutina de abdominales, cuando Doña Marta Palacios les interrumpió:

-Oyequeyotengoquepasaramicuartoporquenohesacadomiropaytengoquevestirmequemevoyalteatro
conmihermananecesitoponermeguapaporqueconmihermanasiempredesentonoyademásnecesitolas
zapatillas...


Los dos hermanos se quedaron estupefactos, ya que Doña Marta había estado una hora y media dando vueltas por el pasillo antes de que se pusieran:

-Pero si dijiste que ya habías terminado -dijo nuestro protagonista.
-Habíaterminadoenmicuartoperonomehabíavestidoademñashoynoescomootrosdíasquesolotengoque
sacarlaszapatillashoytengoquevestirmedeltodoporquetengoqueponermeguapayaoshedichoqueenel
teatrohayqueirbien...
-Bueno, pasa .dijo Juan-. Pero por favor no tardes.
-Notardaréhijosenunminutomehevestidoaversiluegopodéisseguiryosoylaprimeraquequiereacabar
cuantoantesporquetengounahorafijaqueelteatroesunespectáculodondehayqueestarpuntualdesdeluego
yonoquierointerrumpiros...
-Pues pasa y a ver si es verdad.

Doña Marta seguramente corrió todo lo que podía, pero los cierto es que pasaron más de treinta y cinco minutos, y Doña Marta seguía ahí:

-¿Falta mucho , mamá? Nos estamos quedando fríos.
-Deverdadqueahoraacabohijosperoesquesolotengodosmanosyosoylaprimeraquequiereacabarcuanto
anteshoyyaoshedichoqueesmáscomplejodelohabitualperoesparaelteatroquetambiéntienesuhorayhay
quevestirsebien...
-Bueno, tú sigue y a ver si acabas.

El reloj siguió corriendo: diez minutos más, quince...


-Mamá. ¿Cómo va eso?
-Miraahorayacasiestácreoquepuedosalirmepongoelpintalabiosfuerayalotengolosientomuchohijosya
mevoyosdejoporquemeparecéisadmirablessiempreestáisentrenándoosytenéisunafuerzadevoluntad
tremenda...
-Bueno seguimos.

Los hermanos reanudaron el entrenamiento, pero lo cierto es que se habían enfriado, y parecía mucho más difícil reanudar la rutina.

-Bueno, por lo menos ya hemos llegado a las flexiones.
-Sí, pero cuesta lo suyo.

Entonces llamaron por el teléfono, y ambos hermanos tuvieron que volver a parar:

-Juanquequierenhablarcontigonoséquienesperodeberíasatenderleporquedicequeestasemanaquieren
salircontigoparecequesontusamigosnosécuántotiempohacequenolesvesaversicogesbienelrecado
porquesiempreestásaquí...
-Mamá, ahora no puedo.
-Peroesquemehaninsistidomuchoaverquélesdigoyademásestoydeacuerdonuncaquiereshacernada
esimposiblehacercasinadacontigocuandosiemprehassidoamableysalíascongenteahoraparecequehacesporencerrarte...
-Bueno, ahora voy -dijo Juan y de nbuevo los dos hermanos se interrumpieron.

Esta vez fue menos, diez minutos, pero de nuevo costó un triunfo ponerse en marcha. Los dos hermanos lo comentaban.

-Joder, no puedo ir porque el día me viene mal. Pero la verdad es que piensan en mí.
-Bueno, a ver si acabamos.

Así siguieron hasta que en la parte final de su rutina, con las pesas el teléfono volvió a sonar.

-No lo cojas, que se quede el número y ahora llamamos -dijo Juan.

Así lo hicieron, y al acabar devolvieron la llamada a la tía Clara, que quería información sobre el horario de las parroquias de Madrid. Al acabar, Fran hizo una reflexión:

-Pues no es por los ejhercicios, pero tanta interrupción me ha cansado como hacía tiempo que no me cansaba.
-Sí -dijo Juan-, desde luego las condiciones también cuentan en un ejercicio. Pero lo hemos hecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario