-Joder, cuñado, yo estuve la semana
pasada así -dijo nuestro protagonista-. Pero no has estado aquí o
sea que no creo que telo haya pasado.
-No, no -decía Alvarito-, en realidad
esto es una enfermedad laboral de cocineros.
Fran se asombró, pues del trato con
su cuñado iba conociendo cómo era esa profesión de cerca, más
allá de tantos chefs que ahora aparecen en los medios con atención.
Ya conocía el callo de cortar con el cuchillo, la gran cantidad de
chaquetillas que deber tener, trucos para que los niños coman
verdura... Sin embargo nunca había oído que los cocineros fueran
más propensos al catarro que otras personas.
-Le pasa a todo el mundo una o dos
veces al año, cuñado.
-Sí, pero mira, resulta que los
cocineros trabajamos entre fogones, con el horno a tope, etc. Y
claro, al salir, la diferencia de temperatura se nota. Los cambios de
temperatura son una cosa habitual para nosotros, y aunque trato de
abrigarme, de quitarme la chaqueta, etc, a la mínima que nos
descuidamos tenemos un catarro
-Yo también una vez al año, pero más
imsomnio y dolor de cabeza -dijo Juan.
-Esas som enfermedades de profesiones
más abstractas, más de cabeza -dijo Alvarito.
-Ayhijopuesdebeserhorribleparavosotrosyocuandoestoyacatarradatengolavozechaunascoynoestoya
gustoenningúnsitioybuenoahoraestoyencasaperoaveceslosniñosmeponñianlacabezapeorynosabíaya
quehacer...
-En cualquier caso, cuñado, como
cuando haces ejercicio, que hay que controlar ropa y temperatura, eso
tendréis que hacer.
-Sí, como los futbolistas, pero yo de
momento gano menos,
-Bueno, los cocineros también se
pueden convertir en estrellas.
-El problema es que yo juego al fútbol
y soy cocinero y no consigo el estrellato por ninguna de las dos
actividades.
-Bueno, en cuanto Juan o yo coloquemos
nuestras creaciones esto será distinto -sentenció nuestro
protagonista y toda la familia rió.
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