-Pues no lo sabía, pero bueno, ya que
lo he traído, vamos a tomar este tinto de verano.
-¿Ahora? ¿No sería mejor dejarlo
para mañana?
-No, Fran. Yo quiero ahora, reconozco
que es raro, pero es mi ndebilidad.
En efecto, Juan Gordal parecía haber
desarrollado una extraña querencia por el tinto de verano embasado,
y no dejaba de buscar excusas para traer una botella. La más usual
eran las visitas de su hermana y cuñado. Los dos hermanos tomaron un
vaso y ofrecieron a Doña Marta Palacios, que como era de esperar en
ella, lo rechazó con vehemencia.
-Me gusta más que el vino puro, y me
parece mejor que la coca cola -decía Juan Gordal
-A mí este me parece como muy
azucarado y muy artificial. Pero bueno, he tomado. Casi no queda, hay
poco en cada envase encima.
-Bueno, pues lo acabamos.
-Ayhijosyonosécómoospuedegustaresoyademásesotrabotelladeplásticoparalosembasesluegonos
quejamosdequesellenenlosmaresnohayformadequitarlosdeenmedionidecasayluegoestánbuscando
dóndemeterlosenlosmares... -intervino
Doña Marta.
-Tranquila, mamá, yo lo bajo -dijo
nuestro protagonista.
Así lo hizo nuestro protagonista, y
el día pasó. Carolina y Alvarito llegaron como prometieron para la
comida del día siguiente.
-Hay que celebrarlo, Fran. Tráeles un
tinto de verano -dijo Juan
-¿No preferirán cerveza,
conociéndolos? -preguntó nuestro protagonista.
-Pues traeles cerveza, pero a mí un
tinto de verano.
-Mira que te ha dado fuerte con esa
mierda -dijo nuestro protagonista, y bajó.
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