Las cotorras, esos pájaros invasores
de la comunidad donde vivía nuestro héroe. Hacía algunos años que
se hablaba de cómo esta especie, que empezó siendo una especie
exótica que se criaba para venderla como mascota, había logrado a
través de individuos que escapaban y sobrevivían hacerse con un
hueco en los parques y bosques de aquella región. Podían parecer
simpáticas, y para muchos lo eran, no en vano eran una especie que
se había introducido con la idea de que fueran animal de compañía,
pero como casi toda especie introducida estaba causando daños en el
ecosistema local: construían nidos enormes que dañaban los árboles
autóctonos, y quitaban el sitio a las especies locales. Por no
hablar de sus continuos voceos, muy molestos para algunos. No pocos
residentes, tanto ecologistas como simples paseantes de la comunidad
donde vivía nuestro héroe las habían acabado odiando. Aquel día,
tras aquella comida familiar, los allegados de nuestro protagonista
as encontraron en un parque comiendo pan que les echaban a las
palomas.
-Perosonmuybonitasylospobresanimalesnotienenlaculpadequeloshayansacadodesusitioyolasquiero
megustanmuchoysonasítanverdecitasytanmonaslagentesólolasodiaporserunaespeciedefueraesun
problemacuasixenófobo... -decía Doña
Marta Palacios.
-No, hermana -respondía la tía Maria
Cristina-, yo las tengo cerca de casa y no paran de molestar y
gritar. Las oigo todo el día y me hacen nidos por ahí...
Fran, que pensaba con más distancia,
creía que en efecto podía haber un componente de miedo a lo
extraño, pero conocía la suficiente ecología para saber lo que era
una especie desubicada, y los daños que siempre ocasionaban.
-Lo curioso -dijo Juan Gordal-, es que
parece que se han aburguesado en la ciudad. Míralas, sacan pecho y
andan como las palomas.
-Yo ya odiaba a esas ratas de cloaca
voladoras para que encima vengan los bichos verdes estos -contestó
la tía Maria Cristina.
-La verdad -terció nuestro
protagonista-, es que como dice Juan parece que estén asimilando el
comportamiento de los pájaros de aquí.
-Aymiradesaquémonacómosehacogidounpedazodepanenormeyselollevaalnidoselocomeellasola
subidaenunaramaesosíquenolohacenlospájarosdeaquíserándestructivasperosonmuygraciosasno
puedodejardereírme...
En efecto, una de aquellas cotorras
estaba comiéndo un enorme pedazo de pan, casi parecía un bocadillo,
al modo en que lo hacían las aves de su grupo, posada en una rama,
cogiendo el mendrugo con una pata, lo que reforzaba la impresión de
bocadillo. Todo esto cerca de uno de sus enormes nidos.
-Eso no lo hacen los pájaros
autóctonos -dijo Fran-, no sé si tendrá algún efecto en la
comunidad.
-Ayhijosiestonisiquieraesuncampoesunaciudaddondeestosbichosnoestánencondicionesrealesyes
muygraciosayparecequeyaestánhechasvienenacomerdelamanoytodosoncomoanimalesdomésticos
noentriendoeseodio...
Entonces desde su rama, la cotorra
dejño caer el mendrugo y este dio en la cabeza de Doña Marta.
-¿Ves, mamá, cómo traen problemas?
-dijo nuestro protagonista.
Pero sin embargo, para su sorpresa,
Doña Marta rió la gracia al pájaro:
-Puesnomehahechonadahijoyesoesmuybonitodevernodudoquenoseanpájarosdeaquíperomecaen
simpáticasqueparaalgunosparecequeseanloshunosysonmuchomáslistasquelaspalomasestán
sobreviviendolejosdesusitio...
Fran comprendió entonces que no
habría manera de explicar a su madre cómo esas cotorras eran
causantes -por su puesto a su pesar-, de muchos males ecológicos
impropios. La solución al problema era difícil, si ni siquiera
parecía gengte capaz de tomar conciencia. Y por supuesto, Fran sabía
que en realidad ellas no eran las responsable, por lo que tampoco las
odiaba. Pero sí, le preocupaban los daños ecológicos y que la
gente no los percibiera. De momento ya eran una especie más de los
parques urbanos, y hasta parecían aburguesarse en ellos
comportándose como las palomas.
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