sábado, 16 de marzo de 2019

Tropas invasoras.

Las cotorras, esos pájaros invasores de la comunidad donde vivía nuestro héroe. Hacía algunos años que se hablaba de cómo esta especie, que empezó siendo una especie exótica que se criaba para venderla como mascota, había logrado a través de individuos que escapaban y sobrevivían hacerse con un hueco en los parques y bosques de aquella región. Podían parecer simpáticas, y para muchos lo eran, no en vano eran una especie que se había introducido con la idea de que fueran animal de compañía, pero como casi toda especie introducida estaba causando daños en el ecosistema local: construían nidos enormes que dañaban los árboles autóctonos, y quitaban el sitio a las especies locales. Por no hablar de sus continuos voceos, muy molestos para algunos. No pocos residentes, tanto ecologistas como simples paseantes de la comunidad donde vivía nuestro héroe las habían acabado odiando. Aquel día, tras aquella comida familiar, los allegados de nuestro protagonista as encontraron en un parque comiendo pan que les echaban a las palomas.

-Perosonmuybonitasylospobresanimalesnotienenlaculpadequeloshayansacadodesusitioyolasquiero
megustanmuchoysonasítanverdecitasytanmonaslagentesólolasodiaporserunaespeciedefueraesun
problemacuasixenófobo... -decía Doña Marta Palacios.
-No, hermana -respondía la tía Maria Cristina-, yo las tengo cerca de casa y no paran de molestar y gritar. Las oigo todo el día y me hacen nidos por ahí...



Fran, que pensaba con más distancia, creía que en efecto podía haber un componente de miedo a lo extraño, pero conocía la suficiente ecología para saber lo que era una especie desubicada, y los daños que siempre ocasionaban.

-Lo curioso -dijo Juan Gordal-, es que parece que se han aburguesado en la ciudad. Míralas, sacan pecho y andan como las palomas.
-Yo ya odiaba a esas ratas de cloaca voladoras para que encima vengan los bichos verdes estos -contestó la tía Maria Cristina.
-La verdad -terció nuestro protagonista-, es que como dice Juan parece que estén asimilando el comportamiento de los pájaros de aquí.
-Aymiradesaquémonacómosehacogidounpedazodepanenormeyselollevaalnidoselocomeellasola
subidaenunaramaesosíquenolohacenlospájarosdeaquíserándestructivasperosonmuygraciosasno
puedodejardereírme...

En efecto, una de aquellas cotorras estaba comiéndo un enorme pedazo de pan, casi parecía un bocadillo, al modo en que lo hacían las aves de su grupo, posada en una rama, cogiendo el mendrugo con una pata, lo que reforzaba la impresión de bocadillo. Todo esto cerca de uno de sus enormes nidos.

-Eso no lo hacen los pájaros autóctonos -dijo Fran-, no sé si tendrá algún efecto en la comunidad.
-Ayhijosiestonisiquieraesuncampoesunaciudaddondeestosbichosnoestánencondicionesrealesyes
muygraciosayparecequeyaestánhechasvienenacomerdelamanoytodosoncomoanimalesdomésticos
noentriendoeseodio...

Entonces desde su rama, la cotorra dejño caer el mendrugo y este dio en la cabeza de Doña Marta.

-¿Ves, mamá, cómo traen problemas? -dijo nuestro protagonista.

Pero sin embargo, para su sorpresa, Doña Marta rió la gracia al pájaro:

-Puesnomehahechonadahijoyesoesmuybonitodevernodudoquenoseanpájarosdeaquíperomecaen
simpáticasqueparaalgunosparecequeseanloshunosysonmuchomáslistasquelaspalomasestán
sobreviviendolejosdesusitio...

Fran comprendió entonces que no habría manera de explicar a su madre cómo esas cotorras eran causantes -por su puesto a su pesar-, de muchos males ecológicos impropios. La solución al problema era difícil, si ni siquiera parecía gengte capaz de tomar conciencia. Y por supuesto, Fran sabía que en realidad ellas no eran las responsable, por lo que tampoco las odiaba. Pero sí, le preocupaban los daños ecológicos y que la gente no los percibiera. De momento ya eran una especie más de los parques urbanos, y hasta parecían aburguesarse en ellos comportándose como las palomas.



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