―¿Efectivo o tarjeta?―preguntó la cajera
a nuestro protagonista.
―Efectivo―contestó Fran rebuscando en
su bolsillo sin acabar de asimilar la extrañeza
de que para una bolsa de limones que había
salido a comprar le preguntaran aquello. La cajera le dio el cambio y Fran observó el cartel: se recomienda evitar el pago en efectivo debido
a la epidemia de Covid_19. Era así desde hacía meses, por desgracia. Las autoridades sanitarias
prescribían eso entre otras cosas. Lo cierto era que no debía sorprender que al pasar el dinero físico
por tantas manos y usuarios se viera en él una posible causa de transmisión del patógeno. La mayoría
de la gente parecía asumirlo sin dificultad, pero Fran no terminaba de asimilar pagos de céntimos
de Euro con la tarjeta. Y había quien decía, con motivo, que debíamos acostumbrarnos, que era lo
que se esperaba ya para un futuro cercano, la desaparición del dinero físico. En teoría eso dificultaría
transmisión de enfermedades, sería más seguro... Pero nuestro héroe dudaba mucho que ese fuera
el motivo de esa tendencia. Más bien pensaba en que el sistema monetario, como siempre, facilitaría
las cosas a especuladores y entidades bancarias a expensas de los más desfavorecidos. El dinero digital
exigía unos condicionantes que no todos podían asumir. Y respecto a la seguridad de las transacciones,
primero existían los hackers, y sobre todo, los mayores ladrones no eran atracadores de a pie, sino
precisamente quienes parecían hacer una campaña por el rápido cambio de formato monetario. ―Bueno, Fran, eso se comentaba desde hacía tiempo―dijo Juan Gordal al oírlo―Esto, como tantas
cosas en la pandemia, solo acelera un poco un proceso que ya estaba ocurriendo. ―Sí, las cosas cambian. Pero el hecho de que ya estuviera en mente me ratifica que esto es por
intereses de la gente que tiene mucho dinero y mucho poder, que no me vengan con que es por
nuestra seguridad, o por higiene en situación de plaga. Yo prefiero mi dinero en mano. Y además
tengo la sensación de que es mucho más fácil llevar el control de lo que uno gasta en dinero físico. ―Tú siempre has sido un poco tecnófobo. Nuestro protagonista estaba a punto de responder a su hermano cuando entró Doña Marta Palacios
con una carta, aún en formato físico, dirigida a el: ―Tehanescritolosdelbanconoséloquequerrándecirteperoaquítieneselsobreyotelopasohecumplidome suelenescribiramíperoyotepasoloqueveaahíabajomíraloquetienesquecontestarlascosasdelbancoson importantesynopuedendejarsepoaramástarde... ―Respira, mamá, ahora lo veo―dijo nuestro protagonista con el recelo que siempre le inspiraban
las comunicaciones bancarias.
Resultó que los de aquella entidad le enviaban
una tarjeta nueva, que supuestamente facilitaba
los pagos digitales, las compras
con móvil y ese tipo de
“maravillas”.
Su conclusión era clara.
―Si cuando yo te digo que todo responde a intereses de esta gentuza es por algo, Juan.
―Bueno, da igual, somos pobres en cualquier divisa.
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